Viejo y cansado/Jodido y enfermo/Magia de la Eutanasia

UNO. El abuelo viejo y cansado

El abuelo está viejo y cansado. Tiene ochenta años de edad y simple y llanamente, ya desea irse al otro lado del charco. Está lúcido. Pero enfermo. Y debido al montón de males se da cuenta de que causa problemas, angustias y desesperación a los suyos.
Hacia el final de la vida, ningún día ni noche tiene de reposo.
Mucho ha vivido. Vivió. Pero la presión arterial alta, la próstata, los divertículos, el insomnio, la columna vertebral, los dolores musculares a cada rato, mejor dicho, todos los días, le hacen pensar en el suicidio.

DOS. El camino demasiado largo

La juventud y la madurez son un tramo demasiado corto en la vida. La vejez, es larga y extenuante y trotando sobre cardos y espinas y cargando la cruz a cuestas.
Lo peor: un problema para los hijos. Y como de los cuatro hijos, tres son lejanos, desapegados, la carga revira sobre uno.
Y le parece injusto.
Ningún caso tiene vivir en la vejez, se dice. Más, mucho más, cuando de viejo las enfermedades hunden en el abismo. Y lo peor, sin esperanza de curarse.

TRES. Magia de la Eutanasia

Por eso, piensa en la Eutanasia. Una inyección, una pastillita, como en las películas.
En la vejez, la vida gira alrededor del consultorio médico, los laboratorios, la farmacia y la sala quirúrgica, acaso.
Entonces, nada más sabio que irse, sin avisar a nadie, pues si se avisa, la decisión fracasa en automático.
Ene número de veces en el insomnio piensa en la muerte. Bien decía Emerson: cuando se ama la vida, también la muerte.

CUATRO. El mueble arrinconado

El 99 por ciento de los viejos nos volvemos un estorbo para la familia. Más, cuando de hecho y derecho quedamos inutilizados. Y nos volvemos un mueble arrinconado en el desván.
Y tal cual, y si ya se cumplió la tarea, lo más recomendable y sano para todos es agarrar camino.
Incluso, y como en el cuento de Juan Rulfo, hablar con un compadrito, un amigo de la misma edad, para irse juntos y hacerse compañía en el tránsito… que sabrá el chamán el paso del infierno y el purgatorio al paraíso.

CINCO. El viejo y el joven

Ene número de veces ha reproducido el diálogo de Jorge Luis Borges, el viejo, con Borges, el joven, aquella tarde sabatina en Suiza, donde vivía exiliado, y pide a la familia lo lleve al parque de la esquina para la tertulia consigo mismo.
Y en el diálogo, el abuelo reprocha al joven y viceversa los días y los años vividos.
Pero conjugando el par de verbos más importantes del idioma como son entender y comprender, el uno perdona al otro y viceversa.
Todo, en nombre de la concordia. La buena vibra. El mejor karma.
En todo caso, cada uno con su tiempo y sus aciertos y desaciertos.
Lo decía Fernando López Arias, senador de la república, procurador de Justicia de la nación y gobernador:
“El peor policía de un hombre es su conciencia”.

SEIS. Los elefantes viejos

Así caminan los días en los días y noches del abuelo.
En paz consigo mismo y en paz con la familia y en paz con los amigos, nada más puede esperarse.
Nada como el ejemplo de los elefantes. Cuando sienten la muerte se apartan de la manada, buscan una cueva en la montaña y se arrinconan, esperando la muerte, y solo salen en las noches a buscar comida.
En el caso, nada como la Eutanasia.

Escenarios
Luis Velázquez

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