Una meta de ensueño

El Grupo Olmeca, la cadena periodística más grande del sur de México, presenta hoy a partir de las 19:00 horas a través de las redes sociales del Diario LIBERAL DEL SUR “La historia de un mexicano que soñó con llegar a los Juegos Olímpicos de Invierno” y no solo eso, sino que cruzó la meta para registrar la mejor estampa emotiva, se trata de Germán Madrazo.
Al iniciar esta aventura, recuerda que su cuerpo le ha cobrado el aprender a esquiar. Su nariz enrojecida. Nunca en su vida había estado tanto tiempo en la nieve, tampoco había practicado deporte en medio de un clima gélido. En los Juegos Olímpicos de Invierno su nombre dejó una muesca indeleble: Celebró su último lugar en la competencia de esquí de fondo. Su relato se puede contar como la gloria de una derrota en PyeongChang 2018.
“La primera sensación de ponerme los esquíes fue que estaban poseídos porque no había forma de hacerlos ir hacia la dirección que yo quería”, mencionó.

ADICTO AL DEPORTE
El atleta de 43 años es un adicto al deporte. De pequeño, su madre le inscribió a clases de natación. Su rutina empezaba a las 5 de la mañana en la alberca. De ahí empezó a trotar, a practicar tenis, a subirse en la bicicleta y luego incursionó en triatlón.
Madrazo se empezó a poner barreras. Primero en la natación, luego al salir a correr y después en bicicleta. Se empezó a hacer conocido en el círculo de atletas que probaban sus capacidades en el triatlón. Era un afecto a las pruebas llamadas ironman, las más exigentes para los atletas.
Alfredo Gorráez, uno de sus entrañables amigos, le lanzó un reto en 2014: “Hay un deporte más duro que el ironman”. Germán se resistía a creer en ello y le citaba la eterna discusión para definir a la prueba más difícil para el ser humano. Gorráez le compartió un texto en el que detallaba los obstáculos. “En el artículo hablaba de que el esquí de fondo es el deporte más agotador, habla de cómo terminan los participantes: Tirados sin poderse mover en la nieve. Cuando leí ese artículo dije ‘uy, esto se me antoja’”, recordó.

LLEGÓ LA INSPIRACIÓN
De este texto le pareció inspirador el caso de Philip Boit, un keniano que terminó en el último puesto en 1998. En 2014 la historia fue similar con el peruano Roberto Carcelén, quien llegó al final en la prueba y fue felicitado por el ganador Darío Cologna. “¿Y dónde está el mexicano?”, se preguntó. Quería empezar a prepararse, pero el nacimiento de sus trillizos le detuvo. “Sin niños hubiera empezado a entrenar ese mismo día”, cuenta.
El mexicano buscó por Facebook a Carcelén para que le recomendara a su entrenador Andy Liebner. “Cuando le hablo al entrenador y le pido que me entrene me dice ‘no puedo, no tengo tiempo ahorita’. Me quedé decepcionado”, explica. Una semana después Liebner le habló. “Lo estuve pensando. Si me acompañas a Utah a llevar mis bastones a una expo en el camino te voy enseñando”, le propuso. Germán Madrazo aceptó sin saber que él vivía en Michigan, a 26 horas de distancia en auto. Para aprender a esquiar tuvo que recorrer hasta 6 mil kilómetros en los que, cada vez que paraban el auto, entrenaba. En México no podía entrenar porque no había nieve para practicar.
Madrazo no tenía dinero suficiente. Lo primero que hizo fue vender sus dos bicicletas de triatlón. También vendió una de ruta. Eso le valió para irse de viaje a Armenia e Islandia. “Empecé a pedir a amigos, a familia para que me echaran la mano. De repente alguien me daba 100 dólares. Tuve un ángel de la guarda, un amigo tamaulipeco que de verdad es un apasionado por la vida, Eduardo Cárdenas”, dice.
Cárdenas le depositaba dinero a Germán cada vez que lo necesitaba. Cuando se le agotaba el dinero, Madrazo pasaba su tarjeta de crédito hasta juntar una gran deuda que llegó a 15 mil dólares. En enero de 2018 consiguió su boleto a los Juegos Olímpicos en Isafjourdur (Islandia).

LLEGÓ EL GRAN DÍA
El día de la carrera, el esquiador empezaba a resentir el resfriado que rondaba por la Villa Olímpica. En las últimas vueltas, a Madrazo le martilleaba un pensamiento: Tomar la bandera de México y cruzar la meta con ella. “¿Cuánto me voy a tomar en agarrarla? A lo mejor voy a perder un minuto de tiempo, ¿qué diferencia va a hacer eso?”, se preguntaba. Ese tiempo perdido fue lo que le valió para pasar del penúltimo al último puesto. Él solo esperaba ver a su fiel amigo Alfredo Gorráez con la bandera. “Lo que fue una bendición es que se le ocurrió ponerlo en un bastón de esquí porque así fue muy fácil tomarla”, relata, “¡casi me caigo porque nunca había esquiado con una bandera y un bastón”.

EXILIADO POR LA VIOLENCIA
Germán Madrazo manejaba su camioneta por San Fernando, una ciudad de Tamaulipas, uno de los Estados manchados por la violencia generada por el narcotráfico. Era el 2010. Mientras conducía un par de automóviles le arrinconaron. Unos hombres armados le pidieron bajar de su automóvil. Le quitaron las llaves del vehículo y el resto de sus pertenencias. En un pestañeo le dejaron abandonado en la carretera. Un camionero que cruzaba por ahí se detuvo para llevarle a su hogar. Por la noche encendió el televisor y le sorprendió la noticia de que habían encontrado más de 72 cuerpos en una fosa clandestina justo por el lugar por el que viajaba. “De milagro la libré”, resopla. A los pocos días se mudó a McAllen (Texas) y montó una tienda exclusiva para corredores. “Quiero mucho a México, amo Tamaulipas, no sabes cuánto me encantaba vivir ahí, entrenar en las montañas, el mar, pero no fue suficiente. Tenía que buscar por la seguridad de mi familia”, refiere.

México
Agencias

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