Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

XIII ORDINARIO/A.

I.- PARA QUE SE QUEDE ALLÍ (2R 4,8-11.14-16).

Cerrado el ciclo de Elías (2R 2), inicia el correspondiente al profeta Eliseo, abriendo justamente con el relato de algunos milagros del discípulo del tesbita; los primeros tienen que ver con dos mujeres y los dos restantes con sus discípulos. La perícopa de este domingo corresponde al segundo milagro que – finalmente- muestra el paso de una situación a otra mucho mejor; por una parte encontramos a Eliseo que pasaba con frecuencia por Sunén [que significa lugar de descanso y de reposo y perteneciente a la tribu de Isacar (Jos 19,18), que estaba situado a 13 km de Nazaret, a 5 km de Naím y a 8 km del Monte Tabor]; para Eliseo era un lugar de paso, lo que sugiere una situación de privaciones e incomodidades con todos los peligros y riesgos que esto implica en la época; la mujer sunamita es quien intercede y logra de su anciano marido un lugar más cómodo y seguro para el hombre de Dios y su criado; ahora ellos tienen la posibilidad de “poseer” un lugar para reposar y descansar, seguros y lejos de todo peligro. Por el otro lado está la mujer y su marido y sin hijos, quienes encuentran en el profeta un anuncio que los llena de alegría y de esperanza de una vida nueva y mejor: un hijo que nacerá en el plazo de un año (cfr. Gn 18,10) y que -naturalmente- cambiará radicalmente la vida de esta piadosa pareja. La pregunta sería, ¿por qué a ellos y no a otra pareja?; basta con mirar nuevamente el texto para encontrar la respuesta: anteriormente, el profeta pasaba por Sunén (v. 8) ahora, en cambio, se queda, se hospeda (v. 11) porque ellos le ofrecieron una pequeña habitación con lo indispensable para estar y descansar (v. 10) a diferencia de la gente que dormía y se sentaba en el piso, de ahí que el profeta correspondiera a esta fe y bondad hospitalarias, con el anuncio de la llegada del hijo que les hará pasar de ser una pareja a padres, de un matrimonio a ser una familia.

II.- EL QUE NO TOMA SU CRUZ Y ME SIGUE (Mt 10,37-42 ).

Hacia el final de la formación para los apóstoles, San Mateo plantea dos temas muy importantes: 1.- Las condiciones para seguir a Jesús giran en torno a la cruz (10,38). El primer eslabón lo constituye el llamado (10,1) que el maestro hace a los que Él quiere (cfr. Mc 3,13); lo que le sigue es la estancia, estar con Él (Jn 1,35-39), se trata de ver y quedarse con Él, donde Él vive, para aprender a vivir justamente como Él. Este llamado enseña a vivir en el Amor (Jn 15,13; 3,16; Rm 5,6-8) que pone al centro el amor divino (cfr. 1Co 13,4-8) que es eterno, no acaba y cuya mayor expresión de este amor lo constituye la entrega, el despojarse de sí mismo para bien del otro (cfr. Flp 2,6-11); entonces el amor envuelve toda la vida de la persona humana, abarcando todas sus relaciones y, como lo ha enseñado Dt 6,5, al Señor se le ama con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. El meollo lo encontramos en la cruz de Cristo entendida en todo su esplendor y para esto nos preguntamos ¿cuál es el auténtico sentido del dolor? Para responder y entender este misterio fijamos la mirada en Jesús en relación con el dolor y el sufrimiento: en sus palabras y acciones descubrimos que el dolor por el dolor no sirve, no ayuda a nadie y, tan es así, que Él mismo libera al hombre del sufrimiento, curando a los enfermos, liberando a los poseídos por espíritus inmundos, resucitando a los muertos, devolviendo la vista a los ciegos, etc. (Cfr. Mc 1,32-34; Lc 7,1-10; 11-17; Jn 5,1-18; 11,1-44). Jesús padeció y aceptó el dolor -no como consecuencia del pecado personal- sino el que provenía de los adversarios del proyecto del reino, porque tenía un sentido salvífico, redentor, purificador y esta es la cruz a la que se refiere para seguirlo. 2.- Acoger (recibir o admitir [una persona] a otra en su casa con el fin de tenerla como invitada, ayudarla o protegerla), este aspecto tiene que ver con el mandamiento de “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 15,12); se trata de aprender a ver a Cristo en el otro, conforme a Mt 25,35-46).

III.- MUERTOS AL PECADO Y VIVOS PARA DIOS ( Rm 6,3-4.8-11).

La catequesis bautismal expuesta por San Pablo, enseña la plena inserción del bautizado en el Misterio de Cristo, por medio del cual queda incorporado a una vida nueva, puesto que ahora vivimos por la gloria del padre, en Cristo Jesús. ACTIVIDAD : 1.- ¿Qué le ofreces al Señor para que se hospede en tu casa? (cfr. Lc 19,5); 2.- ¿Cuál es tu experiencia al cargar tu cruz y seguir al Señor?; 3.- ¿Cómo es tu muerte al pecado para vivir para Dios? MEMORIZA : “Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él” (Rm 6,8).

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