Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

II ORDINARIO/A. I.- LUZ DE LAS NACIONES (Is 49,3.5-6).

El Segundo canto del Siervo forma parte del llamado “Libro de la consolación de Israel” (cc. 40-55) y hace referencia a un personaje con una misión específica: hacer que la salvación de Dios llegue hasta los confines de la tierra. Y para lograr esto, encontramos una especie de plan divino que se va desarrollando paulatinamente, 1.- En primer lugar encontramos una elección (v. 1) que tiene lugar desde el seno materno, cuando Yahvé pronuncia su nombre, cuando se da el llamado (cfr. Jer 1,5); 2.- A continuación viene la preparación o capacitación para convertirse en un instrumento eficaz (v. 2); 3.- Enseguida viene el momento de la consagración (v. 3), pues a partir de aquí se convierte oficialmente en el siervo de Yahvé en quien el Señor manifestará su gloria (cfr. Is 60,1-6); 4.- El siervo hará que Jacob vuelva al Señor y que Israel se congregue en torno suyo (v. 5) y, finalmente, 5.- El siervo será puesto como luz de las naciones, con lo que la salvación pasa a ser ahora universal, porque está dirigida a todas las gentes. A este respecto recordemos que el Sal 27(26) comienza diciendo “Yahvé es mi luz y mi salvación” (v. 1), de modo que la luz siempre hace alusión a la salvación, indica un cambio de situación o condición y esto solamente será posible por medio del siervo de Yahvé.

II.- EL QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO (Jn 1,29-34).

En los vv. 19-28 encontramos el interrogatorio que algunos sacerdotes y levitas hacen a Juan el Bautista y dicho cuestionamiento se mueve en el contexto del éxodo y Dt 18,18 que presenta a Moisés como el profeta por excelencia. El Bautista aclara desde el primer momento su papel de precursor y anuncia la presencia de alguien que es superior a él, que se caracteriza por tener al Espíritu Santo; esta es la primera distinción que existe entre el Bautista y el Mesías; sobre este último ha descendido y se ha quedado el Espíritu Santo (cfr. Lc 3,22a), con lo que se indica que no se trata de algo pasajero, sino que lo posee por naturaleza. Por esta razón, Él bautiza con el Espíritu Santo, puede comunicarlo porque lo posee; Juan da testimonio de este hecho, afirma haber visto el cumplimiento de lo que se le había anunciado y todo esto en la persona de Jesús; señala -teniendo como trasfondo la liturgia sacrificial de Lv 4- a Jesús como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, como aquel de quien escribieron Moisés y los profetas (cfr. Lc 24,27). También da testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios, el elegido (cfr. Is 42,1) porque en Él Dios ha puesto su Espíritu y es aquel a quien hay que escuchar (cfr. Lc 9,35), según el relato de la transfiguración; en Él se cumplen las Escrituras y ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia (cfr. Jn 10,10), la salvación anunciada por Isaías, realizada mediante un siervo, llega a su cumplimiento en la persona de Jesús que viene a revelarnos el rostro amoroso y misericordioso de Dios, que también es nuestro Padre (cfr. Lc 15,11-32).

III – SU PUEBLO SANTO (1 Co 1,1-3).

San Pablo se presenta como apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, por lo tanto, es enviado por Cristo con autoridad toda vez que Él mismo le reveló el Evangelio, para dar cumplimiento a la voluntad de Dios Padre. En este saludo nos deja ya en claro la obra de Jesucristo: la santificación de los hombres para gloria y alabanza del Padre y a todos los santificados los ha constituido en su pueblo, en el nuevo Israel, en el pueblo santo, nación sacerdotal, pueblo escogido por Dios, pueblo de su propiedad (cfr. Ex 19,5-6; 1P 2,9) y para todos ellos, la gracia y la paz de parte de Dios.

TE PUEDE INTERESAR

Sentido común

El último debate será decisivo Este domingo 19 de mayo se llevará a cabo el …