Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

I ADVIENTO/A. I.- CAMINEMOS A LA LUZ DEL SEÑOR (Is 2,1-5). La experiencia del fracaso de la monarquía que derivó en el cautiverio de todo el pueblo y la sucesiva desaparición de los dos reinos -norte y sur-, hace poner el corazón y la mirada en Yahvé, el rey y pastor de Israel, con la esperanza de la paz perpetua y de la pronta instauración del reinado de Yahvé. La visión que hoy nos presenta el profeta Isaías, anuncia un acontecimiento futuro que alienta los anhelos del pueblo israelita, volver a su tierra, volver al templo de Jerusalén para restaurar el culto; el episodio se va desarrollando gradualmente: 1.- La elevación. El primer signo ocurre en el monte del templo al ser elevado y asentado por encima de los montes y colinas, hecho que constituye la ratificación de la unicidad del Señor, es decir, no solamente es poderoso, sino que es el único Dios y está por encima de todo; 2.- La universalidad. La salvación, otrora pensada como patrimonio exclusivo de los judíos, se presenta ahora como un bien que pertenece a todas las naciones, ya no está atada a una raza ni a un territorio; 3.- Discipulado. Los paganos conocerán la Palabra del Dios de los hebreos y vivirán conforme a la ley mosaica y la Palabra de la nueva alianza, lo cual derivará en el juicio universal; 4.- Era de paz. El conocimiento de Dios llevará a todos los pueblos a vivir en una nueva era, con una nueva actitud; las guerras fratricidas quedarán en el pasado para ceder paso a la vocación a la fraternidad, pues todos somos hijos de un mismo padre; 4.- La z. Con esto, el mundo pasa de las tinieblas a la luz, Yahvé ilumina a todos los pueblos y, por tanto, los guía.

II.- VENDRÁ EL HIJO DEL HOMBRE (Mt 24,37-44). A partir del c. 19 comienza la VI parte del Evangelio según san Mateo (19-25), conocida como la “Próxima venida del Reino de los cielos”; la segunda parte de esta sección (24-25) es conocida como “Discurso escatológico”, que concluye con la escena del juicio final. Hoy escuchamos una de las catequesis que tocan directamente el tema de la venida del Hijo del hombre y la invitación a estar preparados y vigilantes ante este acontecimiento que afecta a todos. Comienza indicando que el día y la hora de este suceso solamente los conoce el Padre y de ahí la necesidad de estar vigilantes, aunque también insiste en que será algo manifiesto como el relámpago que brilla (v. 27), símbolo del juicio divino. La vida del hombre seguirá su curso ordinario, seguirán realizando lo que siempre han hecho, pero sin descuidar el sentido de su existencia, ya que no fue creado para este mundo que es pasajero y efímero, sino que fue pensado y creado para la eternidad, para vivir la vida de Dios que recibe del Señor Jesucristo. Ap. 21,11-2, narra el exterminio de las naciones paganas, como preludio de la instauración del Reino del Hijo del hombre; por esta razón nos encontramos en el tiempo de las decisiones, en el momento en el que podemos ejercer nuestra voluntad para romper con el pecado, para alejar el mal de nuestras vidas; de modo que, si queremos ver venir al Hijo del hombre, tenemos que vivir preparados, estar en vela e interpretando los signos de los tiempos.

III.- NUESTRA SALVACIÓN ESTÁ MÁS CERCA (Rm 13,11-14). San Pablo cierra el c. 13 con una novedosa afirmación “el momento que vivimos”. La palabra tiempo tiene tres sentidos principales: a).- tiempo-duración, la vida “temporal” nacimiento/muerte, frío/calor (Mc 11,13); b).- Tiempo-sucesión (kronos). Se mide en horas, días, meses, años, siglos… (Mc 9,21): c).- Tiempo cualificado (kairós). Momento propicio, situación oportuna para realizar algo (Mc 1,15). Es a este tercer sentido al que se refiere el apóstol de los gentiles, la era escatológica, los últimos días inaugurado por la muerte y resurrección de Cristo, que se extiende al tiempo de la Iglesia militante, al tipo de la salvación. El cristiano ya es hijo de la luz, ciudadano del cielo y, por esto, se despoja de las obras de las tinieblas para revestirse del Señor Jesucristo.