Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

XXXII ORDINARIO/C.

I.- NOS RESUCITARÁ A UNA VIDA ETERNA (2M 7,1-2.9-14).

Los libros I y II de los Macabeos, corresponden a la época griega, una etapa histórica difícil y dolorosa para los hebreos, durante la cual se pretendió imponerles prácticas paganas; el primero refiere las luchas sostenidas contra los reyes seléucidas para conseguir la libertad religiosa y política del pueblo judío; el segundo está encabezado por dos cartas de los judíos de Jerusalén a los judíos de Egipto, invitándolos para celebrar la fiesta de la Dedicación. Justo después del martirio de Eleazar (6,18-31), tenemos el relato del martirio de los siete hermanos (7,1-42), del cual hoy tenemos solamente el relato hasta la muerte del cuarto hermano; en cada uno de ellos encontramos grandes confesiones de fe en Yahvé, el Dios misericordioso y en la vida eterna. El primero, negándose a comer de la carne prohibida por la ley proclama, a nombre de todos, su firme decisión de morir antes que violar las leyes de sus padres; el segundo responde con un rotundo “no” y hace esta gran profesión de fe: “el Rey del mundo nos resucitará a una vida eterna” (v. 19); el tercero, emulando a sus hermanos sacrificados, extendió las manos y presentó la lengua, indicando así que su amor a la ley es más grande y que, finalmente, esos miembros que hoy le arrebatan, los recibirá nuevamente del Señor. El cuarto hermano, a su vez, proclama la esperanza que Dios otorga de resucitarlos nuevamente; los justos confían y esperan en el Señor y saben que Él no los abandonará y les devolverá el espíritu y la vida.

II.- ÉL LOS HABRÁ RESUCITADO (Lc 20,27-38).

El texto hoy escuchado, forma parte de la quinta parte del Evangelio de san Lucas, que abarca el ministerio de Jesús en Jerusalén (19,28-21,38); Jesús ha llegado al final de su viaje iniciado en 9,51 desde Galilea y, por fin, ha entrado en la ciudad santa, misma en la que durante el día enseñaba en el templo y pasaba la noche en el monte de los Olivos en oración (22,37). Y es ahí, en el templo, donde los saduceos se acercan para plantearle un asunto establecido en Dt 25,5-10 con la finalidad de perpetuar el nombre del hermano difunto en medio de Israel. Aunque el planteamiento tiene como base las Escrituras, es claro que estos señores actúan y pretenden resolver este asunto con la sola lógica humana, llegando prácticamente a lo absurdo; Jesús, por su parte, responde teniendo en cuenta dos aspectos radicalmente diferentes entre sí e invita a pensar y actuar desde la naturaleza del tema planteado: primero distingue los planos, “en está vida” hay un estilo propio de vida llamado a adquirir una nueva dimensión, como lo presenta Mt 24,37-39 ante la venida del Hijo del hombre, inspirado en la llegada del diluvio (Gn 6,11-13); comían, bebían, tomaban mujer o marido y aunque estaban llamados también a la purificación (entrar al arca), no lo hicieron, se quedaron con lo que era estrictamente temporal. “En la vida futura” se da una dimensión del todo novedosa, pues los que sean dignos de ella y de la resurrección ya no podrán morir, porque serán como los ángeles y son hijos de Dios; el cristiano se convierte de este modo -con su vida- en signo de las realidades eternas, de las cuales el hombre está llamado a participar llevando a plenitud su ser de imagen y semejanza de Dios. Por otra parte, la Sagrada Escritura revela a Yahvé como el Dios de vivos (Ex 3,6), es el Dios de los patriarcas, el de las promesas, el de la alianza, el de la libertad, el del desierto, el que conduce a su pueblo hasta la tierra de promisión y, para Él, todos están vivos.

III.- UNA FELIZ ESPERANZA (2Ts 2,16-3,5).

En su primera carta a la comunidad de Tesalónica, en 4,13-18, San Pablo presentó la doctrina sobre la resurrección y la situación de los muertos y de los vivos en la venida del Señor: Jesús murió y resucitó, también creemos que Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús y, así, estaremos siempre con el Señor.

TE PUEDE INTERESAR

EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO

VI PASCUA/B. I.- EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO (Hch 10,25-26. 34-35. 44-48). La perícopa del …