EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO

VI PASCUA/B. I.- EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO (Hch 10,25-26. 34-35. 44-48). La perícopa del libro de los Hechos de los apóstoles tiende un puente de paz entre judíos y no judíos que vivían en permanente tensión, con lo que se va dando un cambio paulatino en el paradigma de la relación en la que los gentiles siempre eran objeto de discriminación. Si retrocedemos unos versículos del c. 10, encontraremos las visiones -casi simultáneas- de Pedro y de Cornelio, desde ciudades diferentes . 1.- Pedro : estando en oración tiene la visión del mantel que desciende del cielo con toda clase de alimentos y con la clara indicación de comer, porque el Señor ha purificado todo. En una segunda visión, se le informa de la intención de Cornelio -que vive en Cesarea marítima- y se le ordena acompañar a los enviados por éste y esto implica, por supuesto, entrar a la casa de un pagano. Aquí encontramos la primera parte del mensaje de paz que Dios envía a los hombres. 2.- Cornelio . Centurión romano y piadoso que, juntamente con su familia, era temeroso de Dios (v. 2) y a quien el ángel de Dios le ordenaba mandar traer a Pedro llamado Simón y que se encontraba en la ciudad de Jope. La nueva presencia de Dios en la historia y en la vida de los hombres empieza a tomar un nuevo cauce que pasa por Jesucristo, el Señor, cabeza de la iglesia y en quien reside toda la plenitud (cfr. Flp 2,11; Col 1,18-19). A partir de aquí, los acontecimientos comienzan a tomar un nuevo giro, pues apenas iniciado el discurso de Pedro, el Espíritu Santo descendió sobre todos los presentes, de los cuales la mayoría eran gentiles: aquí comienza la segunda parte del mensaje de paz que Dios dirige a la humanidad, Él desea incorporar a los paganos a la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios y el Cuerpo Místico de Cristo; los oráculos proféticos han llegado a su cumplimiento en Jesucristo, Joel había anunciado una efusión universal del Espíritu y ha comenzado su realización (cfr. Jl 3,5; Nm 11,24-30). 3.- El Bautismo. Cuando Pedro comprende la obra de Dios realizada en estos gentiles, los introduce por la puerta del redil; el sacramento del Bautismo es la puerta de entrada a la fe y a la vida de la gracia. Dios envió a su Hijo como salvador de toda la humanidad, para reunir a todos los que estaban dispersos (cfr. Jn 11, 50-52) y esto sienta el precedente para la apertura de la misión a los gentiles (cfr. Hch 15,8-11). II.- SOY YO QUIEN LOS HA ELEGIDO (Jn 15,9-17). El móvil de la segunda parte de la catequesis de la vid verdadera es el Amor, que tiene como fuente primigenia el Amor del Padre hacia su Hijo y, con ese mismo Amor, el Hijo ama a sus discípulos; en algún modo, sería válido decir que en el gen de cada discípulo está el Amor del Padre a través de su Hijo encarnado, muerto y resucitado. A tal punto que, por ser creación de Dios, todo hombre es capaz de Dios y, en consecuencia, de amar. Ahora bien, si el Padre nos ama como ama a su Hijo, es porque entonces ya somos hijos en el Hijo, es porque ya permanecemos unidos a Él, porque ya permanecemos en su Amor y ya producimos frutos de vida eterna en abundancia. El mandato del amor encuentra ahí mismo su fundamento: amarnos como Él nos ha amado, porque Él nos amó primero (cfr. 1Jn 4,10.19); la novedad del amor cristiano radica en la oblación de uno mismo, en el cumplimiento o ejercicio de los mandamientos y la prioridad del Amor divino en nuestra vida. La alegría que experimenta el discípulo y que le caracteriza de manera habitual, está enraizada en la certeza de saberse amado gratuitamente, Cristo nos ama con el mismo Amor del Padre (v. 9) y este amor no solamente es eterno, sino que también reserva gracias para el discípulo (cfr. Jr 31,3). Por otra parte el Amor divino transforma plenamente la vida del creyente, pues como dijimos más arriba, es un amor capaz de ofrecerse, de darse, de despojarse, al punto de dar la misma vida; también tenemos que decir que este Amor nos hace pasar de la condición de “siervos” a la de “amigos” a quienes se les concede conocer todos los secretos e intimidades del Amigo que se revela y comunica su Misterio, mismo que incluye el Reino del Padre. El grado superlativo de este Amor se expresa cuando, finalmente nos hace pasar de “amigos” a “hermanos” a partir de la resurrección, cuando Jesús habla de “mi Padre” y de “su Padre”, de “mi Dios” y de “su Dios” (cfr. Mt 28,10; Jn 20,17). El tema que cierra esta perícopa, remite a los discípulos a los orígenes, cuando todo comenzó en Galilea (Hch 10,37) a la orilla del lago, es decir, el llamado recibido de Jesús cuando todos estaban inmersos en su vida cotidiana: estando así de “sucios y sudados”, oliendo a mar y pescado, escucharon el “sígueme” (cfr. Mc 1,17-20; Mt 4,18-22) o bien, siendo pecador e impuro con aroma del dinero escucha la misma invitación (Mt 9,9; Mc 2,13-14; Lc 5,27). Al despedirse Jesús de los suyos les recuerda el inicio, los primeros momentos, cuando todo comenzó; pues les hará mucha falta y mucho bien a partir de ahora, hasta el final de los tiempos. III.- HA NACIDO DE DIOS (1Jn 4,5-10). Con el precedente de que el que vive como hijo de Dios se guarda de los anticristos y del mundo, san Juan se centra ahora en las fuentes del amor y de la fe: el Amor es de Dios y su amor se manifestó al enviarnos a su Hijo para que vivamos por medio de Él y, también, como víctima de expiación por nuestros pecados. La conclusión es evidente: amarnos los unos a los otros. ACTIVIDAD : 1.- ¿Qué frutos de tu bautismo percibes en tu vida diaria?; 2.- Escribe el itinerario de tu elección; 3.- amar implica conocer ¿por qué afirmamos que amamos a Dios? MEMORIZA : “Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor”. Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez. *REFLEXIONA : Porque he nacido de Dios, amo a mis hermanos y busco el bien común, por encima de mis particulares intereses

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