Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

XXXI ORDINARIO/C.

I.- TE COMPADECES DE TODOS (Sb 11,22-12,2).

A partir del cap. 10 de este libro, encontramos un recorrido de la Sabiduría en la historia, haciendo un alto -bastante prolongado- en la etapa del éxodo, para mostrar al creyente la obra salvadora de Yahvé subrayando el importante papel que el amor tiene desde la creación, ya que éste da razón de la misericordia del Altísimo y, en este caso concreto, con Egipto. Partimos del v. 21 que reza “Tú siempre puedes utilizar tu poder”, ¿cómo es este poder? Israel puede hablar de él a partir de su propia experiencia y desde dos perspectivas: a).- La Creación (vv. 24b-36). Yahvé es el autor de todo cuanto existe y, en consecuencia, le pertenece [Sal 24(23),1], todo ha venido a la existencia por su voluntad (Gn 1-2) y su aliento de vida está en todos los seres y, en ese sentido, todo es bueno en cuanto creación, pero de un modo particular lo es el hombre porque fue creado a imagen y semejanza de Dios, capaz de hacer alianza con su Creador. b).- La misericordia . Éste tema se desarrolla ampliamente a partir de la experiencia de la liberación de la esclavitud de Egipto, así como también de la alianza realizada en el Sinaí; durante la marcha por el desierto todo el pueblo murmuró, se rebeló y pecó contra el Dios de los patriarcas y todos experimentaron el perdón y la misericordia; ahora es posible para ellos entender la universalidad de la misericordia, por el amor con el que Dios los ama (cfr. Is 43,1-5; 54,10; Jr 31,3). Si Yahvé tuvo compasión de Israel, ¿por qué no ha de hacerlo con Egipto y los otros pueblos? Lo hace porque ama a su Creación (v. 24a), da la oportunidad para arrepentirse, perdona a todos, porque todos le pertenecen y corrige para que se arrepientan y los salve.

II.- A SALVAR LO QUE SE HABÍA PERDIDO (Lc 19,1-10).

Los vv. 5 y 10 nos ubican en la temporalidad de la acción divina en quien no existe el pasado ni el futuro, por lo tanto, la escena de salvación narrada por San Lucas se ubica en el hoy y si Dios es, su acción también está en ese eterno presente. Antes de llegar a Jericó, encontramos el relato de la curación de un hombre ciego, quien pide expresamente ser sanado, pide recuperar la vista (18,35-43) e inmediatamente comienza la siguiente escena en la que -a diferencia del cuadro anterior- presenta solamente a dos personajes, a Jesús y a Zaqueo. El primero está en tránsito hacia la ciudad santa (cfr. 9,51), entra a Jericó y justamente cuando cruzaba la ciudad se encontró, o mejor aún, miró al jefe de publicanos (v. 5) [cfr. Mt 9,36; Mc 6,34] y decide, sorpresivamente, posponer su viaje y dice “Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa” dando con esto la impresión de que había urgencia en que Él se quedara, no en la ciudad, sino la casa del publicano para luego sentenciar “Hoy ha llegado la salvación a esta casa …”, un hijo de Abraham ha recibido la salvación, ha sido destinatario de la misericordia divina. El segundo personaje ha mostrado algunas actitudes que valen la pena repasar: trataba de conocer a Jesús (v. 3), vence los obstáculos para lograr su objetivo y cuando parecía que todo estaba resuelto, comienza a comprender lo que en realidad estaba sucediendo: él quería ver a Jesús, pero lo que hizo sirvió para que el Señor lo mirara y le pidiera hospedaje; el Maestro fue quien, con toda humildad y sencillez, pidió ser recibido. Por otro lado, bajó del árbol y lo recibió con alegría (v. 6); la mirada y las palabras del Señor tocaron el corazón de un hombre a quien todos veían simple y sencillamente como un “hombre pecador” (v. 7); enseguida toma dos decisiones, hacer obras de caridad y enderezar el rumbo (v. 8), la presencia del Señor, supone la alegría de la salvación, misma que Zaqueo acepta y manifiesta mediante sus actitudes.

III.- QUE LA GRACIA ACTÚE EN USTEDES (2Ts 1,11-2,2).

San Pablo actualiza lo anunciado en el libro de la Sabiduría y lo expone como algo ya realizado en la persona y obra de Jesucristo: “… es propio de la justicia divina el pagar con tribulación a los que les atribulan y a ustedes, los atribulados, con el descanso…” (vv. 6-7), viviendo, así, la vocación a la santidad haciendo siempre el bien, aguardando la gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo.

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