Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

IV CUARESMA/C. I.- LA TIERRA DE CANAÁN (Jos 5,9a.10-12).

El capítulo 4 del libro de Josué, narra el paso de Israel por el río Jordán y la llegada a Guilgal, el día diez del mes primero donde celebran la Pascua el día 14 (cfr. Ex 12,2-6). Como preparación a esta solemnidad el capítulo 5, 2-8, da cuenta de la circuncisión de los hebreos, cosa que los hace aptos para celebrar la Pascua; los que salieron de Egipto murieron en el desierto y los que ahí nacieron forman parte ya, oficialmente, del pueblo escogido por Dios, mediante este signo/ritual de pertenencia (cfr. Gn 17,10-11) a la alianza con Yahvé. El v. 9 abre de manera espectacular al indicar que Yahvé ha retirado el oprobio (deshonra o vergüenza públicas; cosa que produce deshonra o vergüenza públicas), es decir, el Israel del desierto ha cambiado de status, como en Ex 19,5-6, al considerar que los infieles son incircuncisos y, en cambio Israel, ya no lo es. Se acaba la etapa del desierto, el pueblo elegido entra a un país agrícola donde puede comer de los productos del país: panes ázimos y espigas tostadas, el maná ha cesado porque Israel ha entrado a la tierra de promisión, según lo prometido a Abrahán (cfr. Gn 17,8).

II.- Y HA VUELTO A LA VIDA (Lc 15,1-3.11-32).

Como preámbulo a la perícopa de hoy (pasaje o fragmento bíblico que se lee en la celebración litúrgica, que proviene del griego perikope y que significa cortar alrededor, esquema, pasaje), san Lucas ha presentado dos catequesis importantes: la de los invitados que se excusan (14,15-24) y la de la renuncia a todo lo que se ama (14,25-27). Los primeros tres versículos del cap. 15, nos indican quiénes forman el auditorio de Jesús, publicanos y pecadores (v. 1) y los escribas (v. 2), con sus respectivas posturas, los primeros para escucharle y los segundos para murmurar. Después de las parábolas (relatos breves con fines catequéticos) de la “oveja perdida” y de la “dracma perdida”, comienza la tercera parábola que va de los vv. 11-32; los personajes son tres, el padre, el hijo mayor y el hijo menor, ambientado con el tema de la herencia, ¿me la merezco?, ¿por qué?, el padre ¿está obligado a entregar la herencia? Veamos cómo nos ilumina el texto de Dt 21,18-21 que establece un derecho al cual renuncia el padre de la parábola, por respetar la libertad de su hijo: todo aquel que tenga un hijo indócil, deberá llevarlo ante los ancianos del pueblo y decirles que este hijo no le obedece, entonces lo tomarán y matarán a pedradas; así arrancarás el mal de en medio de Israel. Como vimos, el padre de la parábola actúa de otro modo, él hace una fiesta (v. 23) porque sus intereses son otros y los expresa en dos ocasiones: “había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado” (vv. 24.32). Y esto ocurre también con el hijo mayor, pues él se pierde dentro de la casa paterna.

III.- ES UNA NUEVA CREACIÓN (2Co 5,17-22).

Al centro de la nueva creación, San Pablo sitúa al hombre nuevo, fruto de la reconciliación que Dios ha realizado entre Él y la humanidad por medio de su Hijo Jesucristo, que murió y resucitó por nosotros. Así como en san Lucas, el Apóstol de los gentiles muestra que la salvación no es resultado de nuestro esfuerzo, sino por gratuidad de Dios, somos justos y santos, unidos a Jesucristo en virtud de nuestro Bautismo.

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