Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

VI PASCUA/B. I.- SOY YO QUIEN LOS HA ELEGIDO (Jn 15,9-17). Hacia el final del texto evangélico, correspondiente al VI Domingo de Pascua, encontramos en el v. 16, un tema que no puede pasar desapercibido y es justamente el de la elección, anunciado ya en los versículos 14 “ustedes son mis amigos” y 15 “ya no los llamo siervos”. Aquí inicia un proceso de transformación en los discípulos, al pasar de siervos a amigos, para pasar, por haber sido elegidos, a ser hermanos en Jn 20,17, como indica el Resucitado a María Magdalena comunicarle a los discípulos. Entonces tendremos que decir que nos eligió para hacernos sus hermanos y los hermanos se aman, viven amándose, no con el amor humano, sino con el Amor del Padre que es el mismo con el que Cristo nos ama, de ahí la insistencia del mandato de amarnos unos a otros como Él nos ha amado (vv. 12 y 17). El ejercicio de la fraternidad tiene como premisa el permanecer, estar siempre en el Amor de Cristo, tal y como san Pablo nos lo pide en Flp 2,5, “tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo”. Sólo con este Amor cumpliremos los mandamientos que el Maestro ha dado a los discípulos y con esto estaremos en la posibilidad de producir frutos para lo cual, fuimos elegidos y destinados.

II.- DESCENDIÓ SOBRE TODOS (Hch 10,25-26.34-35.44-48). Después de las visiones de Cornelio y de Pedro, encontramos la llegada y estancia de éste en casa del centurión; en el ambiente parece resonar una pregunta: ¿Quién es digno de recibir el Espíritu Santo? ¿Los judíos solamente? ¿y los paganos qué? Y la respuesta es muy sencilla: Todo el que teme a Dios y practica la justicia y, si esto es así, ¿quién es capaz de practicar la justicia y temer a Dios?; tengamos presente que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27) y, por lo tanto, todo hombre es capaz de Dios y en consecuencia, también los paganos están llamados a la salvación y ser admitidos en la Iglesia por medio del bautismo.

III.- HA NACIDO DE DIOS (1Jn 4,7-10). Con el precedente de que el que vive como hijo de Dios se guarda de los anticristos y del mundo, san Juan se centra ahora en las fuentes del amor y de la fe: El Amor es de Dios y su amor se manifestó al enviarnos a su Hijo para que vivamos por medio de Él y como víctima de expiación por nuestros pecados. La conclusión es evidente: Amarnos los unos a los otros, porque hemos nacido de Dios.

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