NO BASTA CON DECIR QUIÉN SOY

El mal árbol no da buen fruto, por mucho que te esfuerces en cuidarlo, abonarlo, etc. Simplemente no dará buen fruto porque el problema no es el fruto sino el árbol. La gente debe saber quién eres no porque tú lo dices sino porque tu vida lo hace evidente y nada demuestra tan fácilmente quién eres como lo que hablas. ¿Tus palabras dan fe que eres un hijo de Dios nacido de nuevo?

Hoy modificare el refrán y diré: “Déjame escuchar lo que hablas y te diré quién eres”. Desafortunadamente, muchas de nuestras conversaciones personales y virtuales (Facebook, WhatsApp, Twiter, etc.) no reflejan quienes somos porque nos dejamos llevar por la corriente del mundo en nuestra manera de expresarnos y en nuestra actitud para comunicarnos. Nuestras palabras muestran quiénes somos, lamentablemente lo que muestran no es lo que en realidad deberíamos ser.

No se trata de adoptar una vida cristiana (eso te lleva a la religiosidad) para mostrar quién eres —lamentablemente este es el camino adoptado por muchos– sino de tratar con tu corazón, si lo que sale de tu corazón no es lo que debería salir, la única manera de corregir este asunto es ser más cuidadoso con lo que entra. Por eso la Biblia nos manda a que “la palabra de Cristo more en abundancia en nosotros” porque cuando eso sucede, como resultado lo que hablas dará fe de lo que hay en tu corazón. Predicamos más con nuestro ejemplo que con el hablar y no hacer lo que hablamos. Así que cuidemos nuestro hablar porque de la abundancia del corazón habla la boca ¡Bendiciones!

Tabernáculo de Dios.

2° Callejón de la Báscula # 8.

 

Pastora Guadalupe Ruiz de Arias

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