La gravedad del ‘hashtag’#NarcoPresidente Jorge Zepeda Patterson

Que el #NarcoPresidente AMLO se haya mantenido durante más de una semana como líder de tendencias de la plataforma X (antes Twitter) se ha convertido en motivo de gozo y esperanza para los contrarios a la cuarta transformación y en leña al fuego para la indignación y enojo de sus partidarios.

Para los primeros, constituye un síntoma de un repudio masivo, la gota que por fin pueda derramar el vaso de los ciudadanos para hacerse cargo de “la infamia que es este gobierno”.
Para los segundos, un hashtag que revela una conspiración de medios internacionales y oposición para desbarrancar al gobierno a cualquier costo.

No creo que sea una cosa ni la otra. Para empezar, su viralidad está muy lejos de ser el producto de una participación masiva de los usuarios en redes sociales.

Expresa la capacidad de fuego de los estrategas opositores y no una repulsa generalizada que pueda interpretarse como un anticipo de votos contrarios al obradorismo.

Un reportaje publicado por Salvador Frausto en MILENIO este lunes dimensiona con precisión el tamaño de la espuma con la que se ha inflado este hashtag. Entre otras cosas, revela que 57 por ciento de las conversaciones y likes a #NarcoPresidenteAMLO provienen del extranjero, sobre todo de Argentina y España. Resulta que los argentinos ofrecen tarifas de tres bots por un peso al mejor postor.

No es de extrañar que el #XochitlGalvezPresidenta2024 se haya convertido en tendencia gracias a la participación de los argentinos (58%). Así que, más que ofrecernos evidencias de un fenómeno de simpatías o antipatía políticas, revela el tamaño de los bolsillos de la campaña opositora.

Del otro lado, tampoco habría que rasgarse las vestiduras. Los equipos de propaganda oficial también han dejado huellas del uso de motores para impulsar la viralidad de mensajes a favor del gobierno o en contra de sus detractores.

La diferencia es simplemente de pesos invertidos, no de método de trabajo.

La gravedad no está en la utilización del recurso que, si bien se trata de una distorsión malintencionada, no podemos ignorar que se ha convertido en moneda corriente prácticamente en todas las campañas electorales en el mundo.

Lo grave es el contenido del hashtag. Se origina en un par de notas publicadas en medios estadunidenses en los últimos días (ProPublica y The New York Times), a partir de indagaciones surgidas de testigos protegidos o aspirantes a serlo a cambio de testimonios comprometedores en contra de la 4T.

Oro molido para la DEA que ha mantenido un pulso hostil con López Obrador.

Una indagatoria remite a 2011 y la otra a este sexenio y ambas fueron rechazadas por las autoridades estadunidenses por falta de elementos. Se trata, pues, de investigaciones cerradas.
Uno pensaría que habría razones poderosas o nuevos elementos que llevan al NYT a recordarla, pero no es así.

Este domingo publiqué un análisis de la nota del diario neoyorquino mostrando la debilidad de su contenido y las cuestionables razones para publicarlo en este momento (el texto puede ser consultado en Sinembargo.mx).

El reportaje no ofrece nuevos datos, simplemente el deseo de hacer público que tal investigación existió y sugerir la hipótesis de que quizá habría sido cancelada por intereses políticos de Washington, poco interesado en tensar las relaciones con su vecino.

Una especulación indigna del prestigiado diario, porque no ofrece algún dato que lleve a esa conclusión más allá de la opinión de los agentes que hicieron la acusación y les fue rechazada por falta de elementos.

Cualquier editor que se precie tendría que haber valorado la gravedad de cuestionar el resultado de una investigación oficial de su propio país. Violar la presunción de inocencia habría requerido de pruebas contundentes que no aparecen en el reportaje.

El tema es relevante porque no solo está en juego la reputación de un individuo, también la de un gobierno legítimo de un país de la importancia de México.
El NYT no puede ser ingenuo frente al daño político que causa su reportaje.

Entre otras cosas, porque le da alas a la tesis de la ultraderecha republicana que argumenta la necesidad de una intervención directa en México porque, según ellos, somos un narco-Estado. Y tampoco podemos ser inocentes sobre el momento de la publicación: justamente en medio de una campaña electoral en la que los opositores han lanzado la cruzada #NarcoPresidenteAMLO.

No coincido con algunos círculos obradoristas que consideran este artículo como parte de una campaña orquestada entre el periódico y los opositores. Pero sí creo que se prestaron a una filtración, muy probablemente originada en la DEA, empeñada en maximizar el daño a López Obrador así fuera con un intento fallido y encarpetado. Una decisión desafortunada del NYT que surge de un sesgo en la línea editorial de este diario con relación a la 4T.

Compraron la visión política e ideológica de la oposición y para darse cuenta basta ver los últimos artículos publicados sobre López Obrador.

Todos negativos, muy ajenos a un intento de ofrecer una perspectiva informativa o analítica que dé cuenta de la diversidad de opiniones y balances de una realidad tan compleja como la nuestra.
Me parece que el impacto en materia de votos será mínimo. No se han movido un ápice las encuestas de intención de voto que dan una enorme ventaja a Claudia Sheinbaum.
Y contra lo que dice la oposición, no se trata de encuestadoras patito, sino de los principales diarios críticos al obradorismo.

Sin embargo, habrá un daño en otro sentido. El descenso a los infiernos en materia de enlodamiento en las batallas electorales.

De la campaña sucia de “un peligro para México” que afectaban a un líder político y a un movimiento a las consignas de narcopresidente hay una diferencia porque afecta a la imagen del propio Estado mexicano, dentro y fuera del país.

En cierta forma también lastima a la propia oposición, me parece.
No coincido con las banderas que defiende Claudio X. González y sus colegas, pero puedo respetar el derecho que les asiste para pugnar por el proyecto de país en el que creen.

Pero algo de su supuesto espíritu democrático o su deseo a mostrarse como garantes de las instituciones se rompe cuando, para conseguirlo, tuitean de manera irresponsable una acusación criminal en contra de la institución presidencial, a cambio de un puñado de votos que ni siquiera van a conseguir.

Si hubiera delito habría que perseguirlo, desde luego, pero si no hay elementos para sostenerlo, solo muestra que es un grupo dispuesto a empinar al país para imponer sus intereses.

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