Impacto evangelístico, la fuente inagotable

Pastor Manuel Jorge López

LA SALVACIÓN

El alcance del término
Al hablar de la obra salvadora de Cristo hacemos referencia a todo lo que él ha realizado y realizará con el fin de deshacer las obras del diablo y presentar a Dios una raza libre de los trágicos efectos de la Caída y el pecado.

El hombre justificado ha sido salvado de la sentencia condenatoria de la Ley; el que se ha reconciliado se ha salvado de los funestos resultados de su enajenación de Dios; el redimido se ha salvado de la esclavitud que Satanás supo imponerle al inducirle a pecar. El hijo de Dios que desea cumplir la voluntad de Dios en esta tierra disfruta de la salvación, y el conjunto de su vida de oración “es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y que vengan al conocimiento de la verdad” (1 Ti 2:3-4).

Salvación de peligros
Una clara ilustración de la salvación se halla en (Mt 14:30). Pedro quería andar sobre las aguas, como su Maestro, y fue animado a ello. Al apartar su mirada del Señor para fijarla en el oleaje producido por el viento, empezó a hundirse y su oración es breve y exclamatoria: “Señor, ¡sálvame!”. El Señor extendió su mano y le puso a salvo, ilustrando el conocido incidente el hecho de que graves peligros nos acechan, siendo el hombre incapaz de salvarse fuera de la presencia y pronto auxilio del Salvador.

La salud física
La pérdida de la salud corporal constituye un peligro tan constante y conocido que “sótéria” en el griego alude con frecuencia al hecho de recobrar esta salud física, viéndose el paciente libre de su enfermedad. Por eso dijo el Señor a la mujer curada de su hemorragia: “Hija, tu fe te ha salvado” (Mr 5:34). La analogía con la salud del alma es tan manifiesta que las antiguas traducciones de (Hch 4:12) decian: “En ningún otro hay salud…”, pero es mejor guardar “salud” para lo físico y “salvación” para lo espiritual.

EL CONCEPTO DE SALVACIÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
La salvación nacional
El concepto de salvación se halla muy desarrollado en el Antiguo Testamento, y, siendo Israel el pueblo escogido para servir a Dios, es natural que los autores sagrados hagan muchas referencias a la liberación de la nación tanto de sus enemigos como de los peligros inherentes a su cometido de mantener la verdad divina en un mundo de hombres caídos.

Los vocablos empleados presuponen situaciones de estrechez, de peligro; o se vislumbran situaciones en que las fuerzas de los creyentes flaquean bajo las pesadas cargas que han de llevar

. Dios interviene con su salvación, dando desahogo, victoria o descanso a los suyos. Como es natural, el Éxodo ofrece el ejemplo más dramático de esta salvación nacional, diciendo Moisés al pueblo atemorizado que se halla entre el ejército de Faraón y las aguas del Mar Rojo: “Estad firmes y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros” (Ex 14:13). Siendo tan evidente que la liberación brota de la gracia y de la potencia del Omnipotente, Moisés identifica el hecho con su Realizador en su hermoso salmo de triunfo: “Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación” (Ex 15:2).

Los salmistas y profetas recogen esta idea fundamental, gozándose no sólo en la seguridad de la salvación final, sino en Dios como “Roca de salvación”, “Cuerno de salvación”, etc., sea dentro del contexto de la historia de Israel, sea al pasar los israelitas piadosos individualmente a través de situaciones de aflicción y de peligro. Para ejemplos véanse: (Sal 3:8) (Sal 13:5) (Sal 20:5) (Sal 88:1) (Sal 89:26). De los profetas, Isaías en particular se gozaba en la salvación, con miras especiales a la obra final de Dios en relación con su pueblo y con el mundo entero (Is 12:2) (Is 51:6-8) (Is 52:10) (Is 62:11). En los textos de Isaías, Jehová se presenta a menudo como Salvador: “Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador…” (Is 45:15,21) (Is 49:26).

La salvación personal
Ya hemos notado que hombres piadosos del Antiguo Pacto comprendían que el Salvador de la nación era también su Salvador personal. Hemos notado que la base del perdón de los pecados no se había revelado del todo en el Antiguo Testamento, pero el conjunto de repetidos oráculos proféticos, del desarrollo de la historia de Israel, de los símbolos del sistema levítico, llegaron a constituir una “escuela” en la que los fieles, aleccionados por el Espíritu Santo, aprendieron que Dios se preocupaba de ellos y que estaba cerca de quienes le buscaban, pese al hecho de que no podían justificarse por su obediencia a la Ley.

Los Salmos abundan en preciosas expresiones de fe, confianza y esperanza, porque Dios era ya conocido como Escudo y Sol para los hombres sumisos que confiaban en él. Por ello, al pasar al Nuevo Testamento, es natural que María cantara, al saber que ella había de ser el medio para traer el Mesías al mundo: “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”. Lo nuevo había de ser la revelación del instrumento de la salvación, el Hombre-Dios, quien había de salvar a su pueblo de sus pecados.

La base de la salvación
En repetidos contextos hemos enfatizado que el hombre pecador no podía ser bendecido por el Dios de toda santidad y de justicia fuera de la obra de la propiciación y de expiación, ya que la necesidad primordial era la de satisfacer las justas demandas de la justicia divina. He aquí, pues, la base de toda la obra salvadoraa en todas sus partes, con el fin de recordar que la gracia de Dios le manda a satisfacer las exigencias de su propia justicia por medio del sacrificio de la Cruz, siendo Dios el dador de lo que él mismo requiere. Después puede enviar sus embajadores a los hombres extraviados, con el ruego: “¡Reconciliaos con Dios!”. La salvación, en todas sus múltiples facetas, brota del hecho consumado de la propiciación, que satisface el Trono de Dios, teniendo como contrapartida la expiación, que borra el pecado del hombre.

LA PERSONA DEL SALVADOR
Los “salvadores” de Israel
Cuando Esdras y sus compañeros repasaron la historia de Israel, con el fin de aleccionar al remanente que había vuelto a Judá, resumieron varias épocas de la experiencia del pueblo, especialmente la de los jueces, diciendo en oración: “Entonces les entregaste en mano de sus enemigos, los cuales les afligieron. Pero en el tiempo de su tribulación clamaron a ti, y tú desde los cielos, los oíste; y según tu gran misericordia les enviaste libertadores (salvadores) para que los salvasen de mano de sus enemigos” (Neh 9:27).

He aquí una perfecta presentación de una serie de peligros, de la incapacidad de los hombres de librarse de ellos, y de la intervención de Dios en gracia al levantar “salvadores” a quienes Dios investía del poder y del valor necesarios para “salvar” al pueblo. De igual forma José había sido “salvador” de la pequeña familia de Jacob, núcleo de la nación futura, y Moisés el instrumento de Dios para librar al pueblo de la esclavitud de Egipto.

Dios el Salvador
Ya hemos notado que el concepto de salvación en el Antiguo Testamento llega a encarnarse en la Persona del Dios y Salvador: título divino muy frecuente en Isaías capítulos 40 a 66.
“Un Salvador, que es Cristo el Señor”, (Lc 2:11)
Realmente el salvador para nosotros es Cristo Jesús al cual debemos buscar encontrar y obedecer.
Acércate a él y acéptalo hoy.

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