LUIS VELAZQUEZ

Funerarias quebradas/Bajo consumo de café/Nuevos usos COVID

ESCALERAS: En el tiempo del COVID, por un lado, las funerarias con vientos boyantes, floreciendo. Tan solo en Veracruz, más de ocho mil muertos. Nunca como ahora, la venta de féretros.
Pero al mismo tiempo, los ingresos, disminuidos. Entre otras cositas, porque en los días y noches de cadáveres velados en las funerarias, por lo regular, el consumo de café alcanza dimensiones extraordinarias, descomunales.
El empleado de una funeraria dice que hay noches donde llegaban a vender hasta cinco litros de café. Ahora, la mayoría de cadáveres, entregados a los familiares en cenizas en urnas.

PASAMANOS: El cafecito, el licor, el aguardiente, el juego de las barajas y los naipes, las apuestas, son las prácticas (usos y costumbres) en los pueblos.
Nada mejor que velar el cadáver de un familiar, un amigo, un compadre, un vecino, un conocido, un compañero, con el cafecito a un lado. Y un panecito.
Pero ahora, cuando por aquí una persona fallece en el hospital, por ejemplo, de inmediato envían el cadáver a la funeraria para su cremación.
Y una vez cumplido el ritual, entregan las cenizas en urna a los familiares.
Ya nadie está velando a sus muertos. Tampoco, nadie toma cafecito para rezarle unas oraciones que lo acompañen en el viaje al otro lado del charco.

CORREDORES: El café, como la droga, el alcohol y el sexo, es adictivo. Y aun cuando el médico dice que lo aconsejable es tomar dos tacitas de cafés, máximo, en el día, hay quienes transgreden la norma sanitaria.
Por ejemplo, cuando Mario Vargas Saldaña era presidente municipal de Veracruz y diputado federal (en 4 ocasiones), solía tomarse hasta cuarenta tacitas con café.
Incluso, se la pasaba en la tertulia con los columnistas de la fuente política de la prensa escrita tomando café.
Al mes, mil doscientas tacitas. Y así fue dichoso y feliz. Nunca una alteración nerviosa.

BALCONES: Sabrá el chamán el número de cafés servidos en un día en un restaurante, en un café. Pero cuando hay dueños de café que tienen ranchos con vaquitas altamente productivas de leche significa que el negocio es floreciente.
Incluso, cuando el doctor Ramón Ferrari Pardiño era secretario de Desarrollo Agropecuario con Miguel Alemán Velasco procuró imprimir millones de volantes enalteciendo el café como fuente inagotable de salud y energía para aumentar el consumo de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.

PASILLOS: En el tiempo priista y panista, en las oficinas públicas solían ofrecer un cafecito mientras se esperaba audiencia. Lo servían chicas fascinantes, bonitas, atractivas, con una sonrisa encantadora. Y faldita corta.
Era un deleite. Y si por equis razón, la audiencia era cancelada, quedaba la dicha del paisaje burocrático que permitía soñar.
En las funerarias, sin embargo, cada quien se acerca al changarro y pide y paga el cafecito. Mejor dicho, pedía, pues ahora, y por el COVID, ninguna posibilidad.

VENTANAS: Es el mismo caso, por ejemplo, que la clientela en los moteles acotada de manera considerable.
Cierto, hay parejas que desafían el riesgo porque como dice el viejito del barrio, “la calentura es más canija”.
Pero también, y más con el rebrote, en caída libre.
Pobres, entonces, de los dueños de las funerarias. Pero más aún, de los productores de café en un Veracruz donde junto con el cultivo de la caña de azúcar y los cítricos significan la trilogía de los ingresos básicos, con todo y que las remesas de los paisanos en Estados Unidos como migrantes y hasta sin papeles les siguen ganando la partida.

Barandal
Luis Velázquez

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