Miles de peruanos salieron ayer martes con coronas fúnebres y banderas negras por las calles de una región de los Andes, cercana a Bolivia, para exigir justicia tras la muerte a tiros de 18 personas hace un año durante las protestas que pedían la renuncia de la presidenta Dina Boluarte y de los 130 legisladores tras la detención del depuesto mandatario Pedro Castillo.
Los manifestantes quemaron una muñeca gigante construida con cañas, que llevaba colgada del pecho la banda presidencial de Perú, vestía uniforme militar, botas y cargaba un fusil. La muñeca de cabellos de tela se redujo a cenizas en la plaza principal de la ciudad de Juliaca, ubicada en la región Puno, eje comercial del sur peruano y epicentro de la mayor violencia contra civiles en las pasadas protestas.
Poco antes, junto a un puente, los manifestantes colgaron 18 retratos en blanco y negro de los fallecidos junto a una frase que decía “Si Puno no es el Perú como dice la presidenta, entonces nosotros, ¿qué somos?”.
La frase recordaba una declaración de la mandataria días después de las 18 muertes, ocurridas el 9 de enero de 2023, cuando ella dijo a la prensa internacional: “tenemos que proteger la tranquilidad de los 33 millones de peruanos, Puno no es el Perú”.
Los manifestantes también llevaron en los lomos de cinco burros unas banderolas que tenían los retratos de la mandataria junto a la frase “Dina asesina”, así como de los cinco congresistas que representan a la región Puno acompañados del adjetivo “traidor”.