Luis Velázquez

Destino de un jubilado/ Volverse mandilones/ Cuidar a los nietos

UNO. Destino de un jubilado

El destino de los hombres jubilados gira alrededor de los siguientes ejes:

A, se vuelven chofer de la esposa. B, se convierten en unos mandilones. C, aprenden a cocinar y ellos preparan el desayuno y la comida, en tanto la mujer duerme y se va con las amigas.

D, tienden las camas, barren y pasan jerga y riegan el jardín, pasean la mascota en el parque de la esquina.

Y E, y en las tardes, con el tiempo libre que les deja la señora, toman café con los amigos para llenarse de nostalgia “pues recordar es vivir”.

DOS. Cuidar a los nietos

Más todavía: Hay jubilados a quienes los hijos les encargan cuidar a los nietos. Incluso, si aún están aptos y capacitados para manejar, entonces, les asignan la tarea de recoger a los niños en la escuela y llevarlos a casa.

O si los hijos tienen un compromiso, llevar a los nietos a comer en casa y estar con ellos para hacer la tarea.

Incluso, si es necesario, hasta organizar una piyamada para los nietos y que tanto gustan a los niños porque se desvelan, como adultos, hasta las doce de la noche, y si los abuelos se descuidan, hasta la una de la madrugada.

TRES. Apapacho de los abuelos

En el caso de los nietos suelen darse diferencias con los hijos.

Por ejemplo:

Los abuelos están para apapachar a los nietos. Prohibido prohibirles un gustito, un jueguito, una acción. Prohibido regañar. Prohibido enojarse con ellos, pues, en todo caso, es tarea de los padres.

Y si los hijos se enojan, primero, allá ellos. Y segundo, solo queda que el abuelo jubilado aseste un manotazo para definir con precisión los hechos, antes, mucho antes de que los hijos se monten en los padres ancianos.

CUATRO. Ganar indulgencias

Hay parejas donde la vida del jubilado y la pareja se vuelve un infierno y todos los días pareciera que están confinados en un costal como perros y gatos.

Y, bueno, si ya vivieron juntos 40, 50 años, caray, un divorcio significa una locura.

Solo resta contar hasta cien antes de estallar contra la pareja pensando que con la tolerancia consabida se ganan indulgencias en el otro lado del charco.

CINCO. Paraíso del jubilado

El jubilado tiene su paraíso. Es con los amigos en el café donde sueñan cuando miran pasar a una chica guapa, bonita y atractiva.

Y al mismo tiempo, recuerdan los días contrariados, tormentosos y fascinantes vividos “oliendo a leña de otro hogar”.

En todo caso, y como sucede en la novela de Yasunari Kawabata, “La casa de las bellas durmientes”, donde los viejitos contratan a una chica durante una noche pero a la que solo pueden mirar y admirar en tanto ella, empastillada, duerme desnuda boca abajo en el tálamo.

SEIS. Lo demás es ganancia…

El terapeuta familiar del barrio dice que nada hace más feliz a un jubilado que sembrar unas florecitas en el jardín y regar el pasto.

Y al mismo tiempo, jugar con los nietos y leerles libros de cuentos y juntos escuchar música.

Y, bueno, en un tiempo normal, sin coronavirus, llevar los nietos al cine a una película infantil y comer palomitas con refresco de cola en la oscuridad de la sala.

Desde luego, obsequiar un perrito a los niños y divertirse buscando un nombre a imagen y semejanza y sacarlo a pasear al parque de la esquina.

Lo demás, como dice el viejito del pueblo, es ganancia.

Escenarios

Luis Velázquez

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