Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

ADVIENTO/C.

I.- ES NUESTRA JUSTICIA (Jr 33,14-16). Este primer domingo de Adviento, hemos escuchado un fragmento del llamado “Libro de la Consolación” (cc. 30-33) del profeta Jeremías. El citado libro ha comenzado con dos grandes promesas: la restauración del Reino del Norte (Israel) y lo mismo para Judá, el reino del Sur. El texto de hoy ratifica dichas promesas con el anuncio de una acción divina, es decir, Dios cumplirá la promesa hecha a David de tal modo, que nos ayuda a comprender la continuidad de la Revelación: de la estirpe de David hará nacer un vástago santo, justo. Este período de salvación tiene como característica, que los poderes reales y sacerdotales estarán unidos en el descendiente del rey David; la historia de la monarquía hebrea es una continua sucesión de pecados de injusticia e idolatría, aquí, en cambio, Judá estará a salvo y Jerusalén es exaltada con un nombre mesiánico, “El Señor es nuestra justicia”, tal y como lo hacen también Ez 48,35 “Yahvé está allí” e Is 1,26 “La ciudad de justicia, Villa-leal”.

II.- CON GRAN PODER (Lc 21,25-28.34-36). Llegamos al final del largo discurso escatológico y vale la pena señalar que este cap. 21, comienza con el episodio del óbolo de la viuda que ha echado todo lo que tenía para vivir (vv. 1-4). Inmediatamente comienza el gran discurso (vv. 5-38) que presenta las señales precursoras del fin; hoy tenemos la última parte cuyo primer momento está centrado en las catástrofes (vv. 25-26) que se dan en el cosmos y ante lo cual, encontramos dos reacciones, por un lado las naciones se llenarán de angustia y de miedo y, por otra parte, la gente se morirá de terror y de angustiosa espera. Los vv. 27 y 28, dan un giro inusitado al presentar el momento de la liberación con la aparición del Hijo del hombre con gran poder y gloria. El segundo momento cambia de tono con una especie de invitación que se traduce en actitudes: la viuda dio todo lo que tenía para vivir (v. 4) y, ahora, sí tú quieres vivir y comparecer seguro ante el Hijo del hombre, tienes que estar alerta para que aquel día no te tome desprevenido, velar y orar permanentemente (cfr. 1Pe 5,8-9), para dar gloria a Dios.

III.- PARA AGRADAR A DIOS (1Ts 3,12-4,2). San Pablo aborda el tema de la venida de nuestro Señor Jesucristo y cómo debemos esperar dicha venida, destacando dos aspecto: vivir el amor mutuo (ad intra) y hacia los demás (ad extra) de la comunidad. Esto nos llevará a ejercitar la caridad para vivir como conviene y siguiendo las indicaciones del Señor recibidas.

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