Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

XVII ORDINARIO/B. I.- “COMERÁN TODOS Y SOBRARÁ” (2Re 4,42-44).

El profeta Eliseo, discípulo de Elías, ha realizado una serie de milagros (2Re 4-6,7), entre los que se encuentra el que hoy ha sido proclamado; un hombre temeroso de Yahvé llega con sus primicias de 20 panes de cebada y grano fresco en espiga. El profeta, sin más, da la instrucción de repartirlo entre sus cien discípulos y ante la objeción presentada por su servidor, repite la misma indicación ahora reforzada por un oráculo “Comerán todos y sobrará”; se trata de una genuina expresión de confianza en la eficacia de la Palabra y en la fidelidad de Dios que siempre está con quien le teme y sirve fielmente. La escena refleja la abubdancia de la misericordia divina, que no tiene medida, no tiene límite, excepto el que nosotros queramos ponerle.

II.- QUE SE HABÍAN SENTADO A COMER (Jn 6,1-15).

El cuadro que hoy presenta san Juan es precedido en el cap. 5, por la curación de un enfermo en la piscina de Betesda y la catequesis sobre la obra del Hijo. Enseguida Jesús se retira a la otra ribera del lago de Tiberíades; con Él están los apóstoles y mucha gente que le seguía; los siguientes versículos muestran a Jesús como el nuevo Moisés alimentando al pueblo de Dios (Nm 11,13), con la diferencia de que aquí involucra a los apóstoles en la situación, comenzando por Felipe que sólo piensa desde la lógica humana, en contraposición a la gente que seguía a Jesús por los signos que realizaba. Cuando toca el turno a Andrés, éste presenta a un muchacho con cinco panes y dos pescados, que también le parecen poco; entonces aparece el Buen Pastor (Jn 10) que, conforme al Sal 22, conduce a su rebaño para alimentarlo, pues “había mucha hierba”. La mirada de Jesús (Mt 9,36) no es superficial, sabe llegar al interior de cada persona para librarla de toda opresión.

III.- UNIDOS EN EL ESPÍRITU (Ef 4,1-6).

San Pablo es consciente de que la unidad de la Iglesia se enfrenta a diversas amenazas, por lo que llama a la unidad partiendo del llamado que hemos recibido: hijos de Dios y, en consecuencia, santos. Nos ofrece una pequeña receta: la humildad que, según santa Teresa de Jesús, ésta consiste en vivir conforme a la verdad; ser siempre amables, es decir, tener o adquirir las aptitudes necesarias para ser amados por los demás; ser comprensivos y esto implica necesariamente conocer a la persona y sus circunstancias. Incluye también soportarnos por amor, con el mismo amor con el que Dios nos ama para mantenernos unidos con el vínculo de la paz, pues participamos de un solo Bautismo y una sola fe.

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