XI ORDINARIO/A. I.- SI ESCUCHAN MI VOZ (Ex 19,2-6).

XI ORDINARIO/A. I.- SI ESCUCHAN MI VOZ (Ex 19,2-6).La salida de Egipto ha quedado atrás, cuando Israel era solamente una turba que seguía presurosa a Moisés por el desierto; de esto han pasado tres meses (19,1) y el pueblo se prepara ahora para iniciar una nueva etapa que le exige reflexionar para descubrir su identidad y el rol que ahora le toca desempeñar. Han llegado al desierto y se encuentran justo con el monte Sinaí, que será el escenario del arranque de un nuevo episodio en la historia universal y en toda la vida del pueblo hebreo, la alianza; comienza el momento de aprender a escuchar a Dios que se comunica con ellos a través de Moisés y, por lo tanto, también hay que aprender a escuchar al intermediario, entender el modo divino para comunicarse con su pueblo utilizando la misma forma que usan los humanos, porque Yahvé habla a Israel por medio de la Palabra. A través de su líder, los hebreos empezaron a adentrarse en la esfera de lo divino, el Dios de la montaña llama a Moisés para subir al monte de Dios como un anticipo de lo que acontecerá después en todo el pueblo; él habla con Yahvé y recibe el mensaje que ha de transmitir a toda la comunidad: Israel será propiedad personal de Dios entre todos los pueblos, serán para Dios un reino de sacerdotes y una nación santa. La condición para que esto se realice es la fidelidad de todo el pueblo, pues debe obedecer a Dios y guardar sus mandamientos; obedecer [del verbo latino oboedire, Ob -(“contra”) y audire (“escuchar”)], es la disposición a ejecutar las instrucciones que le son dadas, especialmente cuando las imparte una figura con autoridad; este verbo aplica para quien escucha, entiende y cumple un mandato y se completa con la acción de guardar, cuidar, buscar, cumplir, custodiar la Palabra que ilumina toda nuestra vida [cfr. Sal 119 (118), especialmente el v. 105].

II.- EL REINO DE LOS CIELOS ESTÁ CERCA ( Mt 9,36-10,8). Después de haber presentado a Jesús realizando cinco milagros (paralítico 9,1-9; curación de la hemorroísa y resurrección de la hija de un jefe 9,18-26; dos ciegos 9,27-31 y un endemoniado mudo 9,32-34), San Mateo lo presenta ahora recorriendo todas las ciudades y aldeas enseñando y proclamando la Buena Nueva del Reino, de modo que el texto de este domingo podríamos meditarlo en tres partes: 1.- La realidad (9,35-38) que Jesús encuentra en este recorrido -al parecer por la Galilea- no es nada halagadora ni esperanzadora; lo que encuentra refleja la situación del pueblo de Dios, vejado, abandonado y como ovejas que no tienen pastor, lo que nos remite al texto de Ez 34,1-10, que reprocha a los dirigentes el haber conducido al pueblo al fracaso y a la destrucción. A diferencia de estos malos pastores, Jesús se muestra cercano a su pueblo, lo cual queda de manifiesto con su actitud de recorrer las aldeas y ciudades (cfr. Mt 9,35; Mc 1,35-39), lo mismo ocurre con su manera de relacionarse con el pueblo a través de su mirada (cfr. Mt 9,36; Jn 5,6) que llega hasta lo más profundo del interior de cada persona humana; 2.- La reflexión/análisis (10,1-4) de la realidad con la que nos encontramos en nuestro día a día; ésta ha de llevarnos a preguntarnos qué me quiere decir el Señor con esta situación o acontecimiento, qué puedo hacer para que se ajuste al proyecto divino, etc.; se ha constatado una realidad y hay que entenderla a la luz de la Palabra, hay pocos obreros, urgen más y más obreros, pero la obra es de Dios y, sin embargo, ¿qué podemos hacer?, la posible respuesta es llamar y capacitar a dichos obreros. 3.- El actuar (10,5-8) será la última etapa, no quedarnos de brazos cruzados; Jesús envía a los Doce después de una serie de instrucciones, entre las que destaca el anuncio de que el Reino de los cielos está cerca, no solamente de palabras, sino que éstas irán acompañadas de las obras, curando a los enfermos, resucitando a los muertos, purificando a los leprosos y expulsando a los demonios y el sello de autenticidad del ministerio apostólico, será la gratuidad; ésta es la realización de las promesas de la antigua alianza.

III.- RECIBIREMOS LA SALVACIÓN (Rm 5,6-11). San Pablo afirma que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (5,5), es decir, hemos sido homologados con Dios por medio del Amor, de tal modo, que Cristo murió por nosotros cuando aún éramos pecadores. Así, con su sangre derramada nos ha reconciliado con Dios y participamos ya de la salvación, con lo que participamos de la vida Cristo glorificado. ACTIVIDAD : 1.- ¿Con qué actitud escuchas la voz de Dios para ser su reino de sacerdotes y nación consagrada?; 2.- ¿De qué modo percibes la cercanía de Dios en tu vida?; 3.- ¿Cómo respondes al Señor que murió por ti, cuando aún eras pecador? MEMORIZA : “Serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex 19,6).

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