SOLEMNIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

A. Con esta solemnidad concluye el Año Litúrgico (Ciclo A) y el próximo domingo 3 de diciembre daremos inicio al nuevo Año Litúrgico -Ciclo B- y será el primer domingo de Adviento; durante el Tiempo Ordinario estaremos escuchando a san Marcos, como Evangelio rector de este Ciclo.

I.- YO VOY A JUZGAR (Ez 34,11-12.15-17). Durante y después del asedio a Jerusalén por Nabucodonosor, encontramos una serie de oráculos que reflejan el fracaso de la monarquía que ha conducido al pueblo entero al cautiverio de Babilonia y, con ello, a la destrucción de Judá y Jerusalén, su capital. Por una parte, encontramos a un pueblo sediento de escuchar a su Dios (cfr. 33,30-32), pero que termina por no poner en práctica la Palabra recibida y, por otro lado, está una monarquía que maltrató, explotó, descuidó y abandonó al pueblo que Dios le había confiado. Como consecuencia de estas situaciones, el c. 34 está dedicado -en su primera parte- a reprochar a los malos pastores (reyes y autoridades civiles) sus crímenes contra el pueblo de Dios, pero a partir del v. 11 comienzan las palabras de esperanza: a los malos pastores se les quitará el rebaño que maltratan y el mismo Yahvé se convertirá en el Pastor de su pueblo, Dios mismo se pondrá al frente de su pueblo para hacer lo que ellos no supieron o no quisieron hacer (cfr. Jr 3,15). El discurso abre con un gran anuncio de esperanza “Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él (cfr. v. 11); Dios se manifiesta como alguien siempre cercano a su pueblo, atento, vigilante, y, al convertirse en el nuevo Pastor, la primera acción que realizará, consiste en tomar a su cuidado a su pueblo, velar por él y para lograrlo reunirá a todos en un solo un rebaño, dará unidad a su pueblo en torno a un solo pastor. Asume, en consecuencia, la tarea de apacentar, de alimentar, de curar, sanar las heridas que les hicieron alejarse, atender de manera muy especial a la débil y cuidar a la que está fuerte, pero sobre todo, gobernará con justicia, a diferencia de los malos pastores. Y el cierre del oráculo no es para menos, al final, el buen pastor es quien tiene la tarea y la responsabilidad de juzgar, sólo a Él le corresponde determinar si el comportamiento de alguien es contrario o no a la ley y sentenciar lo procedente, ya que Él y sólo Él es el Dios de Israel (cfr. Ex 20,2-6).

II.- Y LOS JUSTOS A LA VIDA ETERNA (Mt 25,31-46). El tema de la venida del Hijo del hombre y el fin del mundo -iniciado en el c. 24- ha llegado a su culmen con la catequesis hoy presentada: el juicio final; recordemos que a la gente le preocupaba mucho saber el cuándo y dónde, en tanto que Jesús insistía en mostrar que lo más importante no era el conocimiento, sino el ejercicio de la caridad (cfr. 1Co 8,1b), que constituye la manera o, mejor dicho, el camino para disponernos al momento cumbre de la vida cristiana: el encuentro pleno y definitivo con el Señor que viene rodeado de su gloria y acompañado de todos sus ángeles y se sentará en su trono de gloria; a manera de comoparación, cuando tiene lugar la primera venida, su nacimiento, también aparecieron ángeles que tuvieron la misión de anunciar a los pastores el nacimiento del salvador en la ciudad de David y que luego alabarán a Dios cantando el “Gloria a Dios …” y éste salvador no es encontrado sentado en un trono, sino envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Sin embargo, se trata del mismo Señor que ahora viene en calidad de juez para dar a cada quien según sus obras (cfr. 2Co 5,10; Rm 14,10) y da inicio el juicio, que es universal, ya que todas las naciones serán reunidas en su presencia para ser apartados a la derecha o a la izquierda del juez, según sea el caso, ante el sufrimiento y el dolor humanos: hambre, sed, carencia de vivienda y de vestido, enfermedad y privación de la libertad; se trata de seis situaciones que afectan a la persona humana (vv. 35-36) y que el hombre justo puede solucionar casi todas; así, puede saciar hambre y sed, puede acoger al forastero y puede, también, vestir al necesitado; en el caso de los enfermos los cuida y se preocupa por el enfermo como figura central y dispone a la familia y demás elementos que ayuden a la persona a tener una mayor calidad de vida, especialmente la espiritual; con los encarcelados tiene una cercanía especial y profunda que le hace realizar una presencia eficaz, es decir, en ninguno de estos casos debe ausentarse la solidaridad efectiva con el que sufre. El discípulo fiel entiende que no es posible resolver todas estas situaciones y que lo importante es no dejar a nadie solo en su sufrimiento, porque en cada uno de ellos descubre el rostro de Cristo y que Él mismo se pone en el lugar del que sufre (vv. 40.45), Él mismo se atribuye las necesidades (vv. 35-36.42-43) que padecen los pequeños, que son los más débiles y sencillos (18,6.10), los extraviados (vv. 12-14) y los que fallan (vv. 15-22).

III.- CRISTO ENTREGUE EL REINO A SU PADRE (1Co 15,20-26.28). Nuestra esperanza está puesta en Cristo para la vida eterna, porque por medio de Él -primogénito de entre los muertos- vino la resurrección de los muertos. Los poderes del mal han sido aniquilados con esta victoria de nuestro Dios y el último enemigo en ser aniquilado, será la muerte y, entonces, vendrá la consumación: Dios será todo en todos. ACTIVIDAD : 1.- ¿Cuáles son las heridas que te hicieron alejarte del Señor y cómo las estás sanando?; 2.- ¿cómo ejerces la solidaridad efectiva en tu comunidad y/o familia?; 3.- ¿de qué modo Dios es “todo en ti”? MEMORIZA : “El último enemigo en ser destruido será la muerte” (1Co 15,26). Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

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