Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

XVII ORDINARIO/A.

I.- SABIDURÍA DE CORAZÓN (1R 3,5-13).

El texto de hoy tiene su paralelo en Sb 9 y se ubica en los albores del reinado de Salomón -conocido como el sabio, el constructor y el comerciante, por haber destacado en estas disciplinas- el sucesor de su padre, el rey David, con lo que se inicia un segundo periodo de paz, prosperidad y abundancia para todo Israel. El joven rey ha acudido al principal santuario del Reino, para ponerse en manos de Yahvé y también para agradecer al Señor el hecho de suceder a su padre en el trono; la escena se desarrolla en Gabaón, en el contexto de un sueño que, en aquella época, era uno de los medios de comunicación entre Dios y los hombres, destacando los siguientes elementos: 1.- David, quien aparece en primer lugar como siervo de Dios y padre de Salomón y a quien se le reconoce el haber cumplido los preceptos de Yahvé, su lealtad, justicia y rectitud de corazón (3,6). Como contraparte se relata la correspondencia divina, la benevolencia para con David manifestada de modo especial en la sucesión davídica en el trono; 2.- Salomón no es solamente el que sucede a su padre sino, sobre todo, es el continuador de la obra davídica, es el siervo de Yahvé, es un joven muchacho, inexperto que no sabe cómo actuar, pero quiere hacer las cosas bien, por esta razón lo que pide es un corazón atento para juzgar, para discernir entre el bien y el mal (3,7-9); 3.- El pueblo pertenece a Dios, porque Él lo eligió, es numeroso y grande (3,8-9), imposible de contar. 4.- Yahvé es el Dios que escucha, que se comunica con el rey, es el Dios de Salomón, no solamente escucha la súplica del rey, sino que también responde a su petición. Es el Dios generoso porque otorga mucho más de lo que se le pide y conoce el corazón de la persona humana; solamente con un corazón sabio e inteligente, podremos reconocer lo que es valioso ante Dios.

II.- VA Y VENDE (Mt 13,44-52).

Concluimos hoy nuestro recorrido por el c. 13 en el que san Mateo nos presenta a Jesús Maestro con las catequesis sobre el Reino de los cielos, mediante una serie de parábolas y en las que pudimos notar, que las primeras cuatro van en la línea del anuncio, una propuesta totalmente nueva y con una perspectiva totalmente diferente, pues tienen un carácter universal, va dirigida a toda persona humana, superando, así, las barreras o fronteras del judaísmo; del mismo modo, este llamado deja una sensación de libertad para responder. Sin embargo, hoy encontramos un tono distinto, porque las tres catequesis finales ponen al hombre en una situación de necesaria elección; la novedad del Reino es gratuita, sí, pero exige una respuesta personal de cada uno para surtir efecto o -mejor dicho- para que se realice en la vida de toda persona; el llamado no tiene costo, pero la respuesta es personal y, además, necesaria para la liberación del hombre para que pueda empezar a participar de la vida de Dios. La dinámica seguida por las dos primeras parábolas de hoy nos presentan dos momentos de la vida de toda persona: a).- Tener o poseer y ésta es, al parecer, la actitud más común y a la que enfocamos nuestra existencia, pues queremos tener juguetes, un certificado escolar, una profesión, un vehículo, una casa, etc., y, ciertamente, la Sagrada Escritura no se opone a esta realidad, pero sí que nos invita a discernir, por una parte, a saber, si lo que tenemos realmente es necesario y si nos ayuda o no a conseguir nuestro fin; los bienes materiales son solamente medios para alcanzar nuestro fin, que es la vida eterna.

b).- Vender o enajenar es la acción, finalmente, de desprendernos, de deshacernos de algún bien o propiedad y es lo opuesto a tener; en efecto, una vez comprobado lo que realmente sí necesitamos, viene como consecuencia el dejar atrás lo que no nos ayuda, lo que nos estorba para la vida eterna, tal y como lo realizaron el que encontró el tesoro y el de la perla muy valiosa, fueron y vendieron para adquirir algo mejor, no se quedaron con las manos vacías, simplemente supieron discernir y elegir. Por su parte, la última parábola nos indica lo que ocurrirá al final, la llamada es universal, pero el destino final -con Dios o sin Él-, dependerá de la respuesta que cada uno demos al Señor. Y aunque el texto no lo dice explícitamente, el asunto no está en tener, sino en ser y esto se logra con un corazón que sabe discernir.

III.- CONTRIBUYE PARA SU BIEN (Rm 8,28-30).

Para san Pablo, la realidad es que en Jesucristo ya hemos sido glorificados, estamos ya -por decirlo de este modo- en nuestro estado final, al cual precedió la justificación, el llamado, la predestinación a reproducir la imagen del Hijo (cfr. Jn 1,12), -como Cristo lo es del Padre (cfr. Col 1,15; Ef 1,3-14; 2,8)- y el conocimiento, así también nosotros nos revestimos de Cristo (cfr. Col. 15,49; Flp 3,21). Y todo esto tiene como origen el llamado que ha hecho a todos nosotros, de tal manera que todo contribuye para nuestro bien. ACTIVIDAD : 1.- ¿Eres consciente de qué y cómo pides al Señor?; 2.- ¿qué pasos sigues para discernir y, así, elegir el bien y rechazar el mal?; 3.- ¿cómo respondes al Señor que te llamó y glorificó? MEMORIZA “… y que al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra” (Mt 13,46).

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