Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

XIV ORDINARIO/A.

I.-QUE VIENE A TI TU REY (Za 9,9-10). Zacarías inicia su libro con la exhortación a la conversión “No sean como sus antepasados a quienes los antiguos profetas predicaban así ‘¡Conviértanse de su mala conducta y malas obras’ (1,14); como podemos ver, el profeta alude a la manera de comportarse y a las cosas hechas o realizadas por la persona humana, ya que ambas cosas pueden servir para glorificar o para ofender al Señor, su Dios. La segunda parte de dicho libro, cc. 9-14, da un giro modificando el tono de sus mensajes y así encontramos el anuncio de la “nueva tierra” y del Mesías, quien es presentado como un rey mesías con unas notas muy propias; el texto comienza con la invitación a gozar, a llenarse de alegría sin medida; esta es la actitud que debe caracterizar al pueblo ante la justicia divina (cfr. Ex 34,6-7), puesto que se trata de su propio Rey que viene a encontrarse y a unirse con su pueblo que, aunque desobedeció y quebrantó la alianza, no es abandonado, sino que su Dios viene “a buscar” a su pueblo. Se trata de un rey que se caracteriza por su justicia, perdona, tiene misericordia, pero también purifica a su rebaño; también es un rey victorioso, triunfante del pecado, derrota al mal que acecha a Israel; también se distingue porque renuncia a los lujos y ostentación de los reyes históricos, este rey mesiánico -en cambio- usará el transporte de los príncipes (cfr. Gn 49,11; Jc 5,10). Su acción es anunciada para erradicar la guerra y la división entre Judá y las tribus del norte, eliminando todo instrumento bélico (cfr. Gn 9,13) y, en cambio, anunciará una nueva era para todas las naciones, pues su reino, es un reino de paz.

II.- Y YO LES DARÉ ALIVIO (Mt 11,25-30). Finalizado el discurso apostólico del c. 10, comienza la IV parte del Evangelio según San Mateo, llamado “El misterio del Reino de los cielos”, que va de los cc. 11-13, con la pregunta de Juan el Bautista “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro”? (11,3) y el testimonio de Jesús (11,4-6), que lamentablemente no ha encontrado respuesta entre los de su generación a pesar de lo visto y de lo oído (11,16-19) y lo mismo ocurre en las ciudades en las que se han realizado milagros, incluyendo Cafarnaúm: rechazaron a Jesús y el mensaje de salvación (11,20-24). La sección conclusiva de este c. 11 pretende mostrar, a manera de resumen, el tema de la predicación apostólica ocurrida en el capítulo anterior: 1.- La Revelación , Dios se ha manifestado, ha dado a conocer el misterio de su existencia y de su amor, incluyendo el plan de salvación para toda la humanidad realizado por medio de su Hijo Jesucristo (cfr. Hb 1-2); pero dicho proyecto se encontró con el orgullo y el rechazo de un pueblo que creía dar culto a Dios, sin percatarse de que lo único que lograba era alejarse más y más del Dios que se revela; por otra parte el mensaje es aceptado por aquellos que eran considerados exiguos, son los desposeídos quienes abren el corazón a la misericordia divina que viene al encuentro del pecador; Jesús bendice al Padre por esta respuesta favorable de los sencillos y pobres de espíritu. 2.- El Conocimiento. La primera etapa fue a través de la belleza y el orden de la creación (cfr. Rm 1,20), el hombre puede conocer a su Creador por su inteligencia, por la observación y la reflexión y también por la experiencia: si Dios se ha manifestado ahora por medio de su enviado, Jesucristo y Él conoce al Padre, Él es quien lo manifiesta, nos enseña su amor y misericordia, purificándonos de nuestros pecados. 3.- El Yugo que nos ofrece está basado en el amor, no en el temor, de tal manera que podemos asemejarnos a Él mediante el ejercicio de la caridad; su yugo nos da alivio, aligera nuestra carga y nos da descanso como lo enseña el Sal 23 (22),1-3 y el Sal 95 (94),11 y comentado por Hb 3,7-19, exhortándonos a no tener un corazón malo e incrédulo, que nos aparte de Dios, pues los que no pudieron entrar al descanso de Dios son aquellos que no creyeron. Los dirigentes religiosos se sentían justos por cumplir la ley y no escucharon a Jesús, pero fueron los que nada valen a los ojos del mundo, los que nada tienen quienes aceptaron el Evangelio que nos da vida nueva.

III.- EL ESPÍRITU DE DIOS HABITA VERDADERAMENTE EN USTEDES (Rm 8,9-13). Una vez que hemos sido justificados y salvados por la fe en Jesucristo, el bautizado comienza a vivir en Cristo (Rm 6) y con esto comienza la vida en el Espíritu (Rm 8) que habita verdaderamente en nosotros y nos aparta del desorden y del pecado. La resurrección de Cristo es garantía de que nosotros también resucitaremos y tendremos vida nueva en Cristo, dando muerte a las obras del cuerpo con la ayuda del Espíritu Santo. ACTIVIDAD : 1.- ¿Identificas los factores que te roban la paz?; 2.- ¿Cómo es tu experiencia de la misericordia de Dios?; 3.- ¿Cuáles son los signos de que el Espíritu de Dios habita en ti? MEMORIZA : “Pero si con el Espíritu hacen morir las obras del cuerpo, vivirán”. (Rm 8,13).

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