Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

II CUARESMA/A.

I.- DEJA TU PAÍS… PARA IR (Gn 12,1-4).

Con el c. 12, dan comienzo los relatos sobre los patriarcas, iniciando con Abrahán, cuya historia comprende los cc. 12-25,18 y constituye la segunda parte del primer libro del Pentateuco. Esta sección inicia con la vocación de Abrahán en la que destacan los siguientes elementos: a).- Dejar . Hay cosas, personas, lugares, actitudes, pensamientos, etc., que siempre han formado parte de nuestra vida o, al menos, así lo hemos percibido y hemos pasado nuestra existencia -corta o larga- con la certeza de que así es, así ha sido y así tiene que ser. Sin embargo, cuando escuchamos la voz de Dios que nos llama a su servicio para algo específico, se hace necesario confrontar nuestra vida con la Palabra para hacer una sería y profunda revisión de nuestras actitudes, porque no todo lo que somos y decimos tener, sirve o ayuda para dar una respuesta generosa y sincera; el patriarca de Jarán debe dejar, debe renunciar a su arraigo a una parentela, a una tierra que, en su conjunto, constituyen seguridades para él. b).- Ir . Ante el llamado se imponen nuevas actitudes, hay que ponerse en camino (cfr. Lc 1,39), acercarse “para ver ese extraño caso” y contemplar el Misterio (Ex 3,3); se requiere de obediencia y, para que esto se dé, hay que creerle al que nos ha llamado y avanzar confiados de que Él viene, o mejor, va delante de nosotros y nosotros le seguimos para convertirnos en una bendición para todos los pueblos.

II.- AHÍ SE TRANSFIGURÓ (Mt 17,1-9).

Entre el primer anuncio (Mt 16,21-23) y el segundo anuncio de la Pasión (17,22-23), San Mateo sitúa el relato de la transfiguración como una teofanía ante tres testigos, la cual abarca los siguientes elementos: 1.- El rostro . Es una realidad que comprende la mirada, la voz, la escucha y la expresión gestual por la que la persona se hace patente y, por tanto, un modo por el que se comunica y que se modifica ante la presencia y la experiencia de lo divino en la persona humana. 2.- Vestiduras. Cubren el cuerpo y le dan, no solamente una mejor apariencia, sino también, y sobre todo, una nueva manera de ser y de vivir, indican un estilo de vida totalmente nuevo (cfr. Ap 7,9-17) que permite comprender mejor el Misterio de Dios que ha venido a nuestro encuentro. 3.- Nube. Dice relación con las alturas (monte elevado, v. 1) y al cielo, el lugar donde Dios habita y se puede llegar a ese sitio si, con la vida nueva que Cristo nos trae, nuestro rostro manifiesta la presencia de Dios entre nosotros ya que, como dice la voz que sale de la nube, se trata del Hijo de Dios a quien tenemos que escuchar para conocer el camino que nos conduce al Padre, es la Palabra que existía desde el principio, estaba junto a Dios y era Dios (Jn 1,1), de la misma naturaleza del Padre. 4.- El temor. Saber que Dios está con nosotros -porque es el Emmanuel- (cfr. Is 7,14) y que nosotros estamos con Él, nos libera del temor, como el Arcángel le dijo a la Virgen María en la Anunciación (cfr. Lc 1,30) y podemos responder con un “sí” generoso a nuestro Dios (cfr. Is 6,8c; Lc 1,38).

III.- Y NOS HA LLAMADO (2Tm 1,8-10).

En el centro del fragmento de esta epístola escuchado hoy, la teología Paulina ha puesto en primer lugar el tema de la salvación realizada por Cristo Jesús y que de un modo particular Timoteo ha recibido por la imposición de manos por parte de San Pablo; en segundo lugar se encuentra el llamado de Dios a la santidad, como consecuencia de la salvación que todo bautizado ha recibido, no por méritos propios, sino por pura gracia. De ahí que ahora anunciemos el Evangelio y soportemos los sufrimientos que nos vienen por la predicación de esta salvación, pues Cristo destruyó la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y la inmortalidad. ACTIVIDAD : 1.- ¿Qué haces “para ir” y situarte ante el Misterio que te llama?, 2.- ¿Cuál es el estilo de vida nuevo que indica tu vestidura?, 3.- ¿Te sientes llamado por Dios? ¿por qué y para qué?

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