Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

NATIVIDAD DEL SEÑOR/A.

I.- LA SALVACIÓN QUE VIENE DE NUESTRO DIOS (Is 52,7-10). El c. 52 de Isaías comienza anunciando la liberación de Jerusalén, haciendo una invitación a despertar, a revestirse de ropas de gala, sacudirse el polvo y las cadenas del cautiverio. Se detiene brevemente a contemplar la historia de Israel, desde que bajó a Egipto hasta el cautiverio asirio, haciendo un paralelismo entre el éxodo y la salida de Asiria, que será mucho mejor pues el mismo pueblo escogido conocerá la gloria y el poder de Yahvé, comprenderá que es el mismo Dios que siempre le ha respondido diciendo “Aquí estoy”, aún en las circunstancias más difíciles. La perícopa que hoy nos ocupa concentra la acción en dos acontecimientos: 1.- El anuncio de la salvación mediante la descripción de un mensajero que anuncia la paz, que trae buenas noticias, anunciando la salvación 2.- El retorno de Yahvé a Sión. A la voz del mensajero se une la voz de los centinelas porque la suerte de Jerusalén -y de todo el pueblo- ha cambiado; Ez 10,18-22 describe la visión de la gloria de Yahvé que abandona el templo y Ez 11,22-25, la visión de la gloria de Yahvé que abandona Jerusalén. El oráculo de hoy, en cambio, se mueve en sentido inverso, ahora se anuncia el retorno de Yahvé a la ciudad santa, el rescate de los desterrados y un acontecimiento universal: todos los pueblos verán la salvación que viene de nuestro Dios.

II.- SE HIZO HOMBRE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS (Jn 1,1-18). El texto de san Juan ha comenzado -valga la expresión- antes del principio, del origen de la creación, es decir, desde la eternidad; Gn 1,1 enseña que “En el principio creó Dios el cielo y la tierra” cuando todo era caos y confusión y sólo el Espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas. Jn 1,1 va más allá del principio porque quiere enseñar o mostrar la naturaleza divina de la Palabra, “Dijo Dios…y así fue” utilizando los verbos “decir” y “ser”, manifestando así la preexistencia y la divinidad de Cristo, Palabra encarnada; de este modo, la Palabra es eterna, divina y eficaz. Enseguida se aborda el tema de la creación y del Creador; la creación existe y tiene su origen, su principio en Dios, quién creó la luz que se opone a las tinieblas, los seres vivos y al hombre y todo lo hizo por medio de su Palabra y lo que se hizo por ella era la vida, luz de los hombres. Esta Palabra es la que nos hace hijos de Dios, nos ilumina, nos hace nacer de Dios y nos permite contemplar y participar de su gloria, pues se hizo carne y puso su Morada entre nosotros y por ella hemos recibido la gracia. Otra acción o función de la Palabra es la de darnos a conocer a Dios y nos lo revela como nuestro Padre que nos rescata y nos salva por medio de su Hijo Jesucristo.

III.- IMAGEN FIEL DE SU SER (Hb 1,1-6). Al hablar de la Revelación, el autor sagrado distingue dos momentos: a).- el pasado, en el cual Dios se reveló a través de los Profetas, b).- Los últimos tiempos, en los que nos ha hablado por medio de su Hijo. Este HIjo es creador, pues por su medio hizo el universo, es el resplandor de su gloria, imagen de su ser o sustancia; en Él se sustentan todas las cosas, es el que nos purifica, nos rescata del pecado y ahora está sentado a la derecha del Padre, está por encima de todos los ángeles, es nuestro Salvador y redentor. Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez.

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