Luis Velázquez

La tarde hipnotizante/ La hora de Agustín Lara/ 29 noches en agonía

UNO. La noche hipnotizante

Todas las tardes/noches, Héctor Cruz Valdés vivía hechizado de 8 a 9 P.M. Habitaba su tierra prometida y era dichoso y feliz. Nada más importante que escuchar la hora nostálgica de Agustín Lara, cantando desde la XEW.
Tenía un viejo radio portátil, propio de la época en el siglo pasado, una caja grandota ocupando gran espacio en la mesa del comedor.
Ahí se sentaba, con un cafecito de olla que le cocinaba su esposa en un bracero con leña seca.

DOS. 29 peores días

Era un fan de “El flaco de oro”. Aquella hora era sagrada. Nunca cantaba al compás de Agustín Lara. Cerraba los ojos y escuchaba en trance esotérico. Caminando en mundos ignotos. El sueño. La utopía. La tierra prometida.
Veintinueve días Agustín Lara pasó en estado de coma en un hospital de la Ciudad de México donde falleciera. Fueron los peores 29 días en la vida de Héctor Cruz Valdés.

TRES. Pulcritud con las mujeres

Nunca lo conoció, con todo y haber sido contemporáneos. Jamás supo de un concierto, digamos, en el estadio Luis “Pirata” Fuentes.
En cambio, poco a poquito con el dinerito que le restaba fue comprando sus discos y eran los únicos que escuchaba.
Era su voz lo que tenía afiebrado al viejito aquel. Era el piano. Era quizá la figura quijotesca de Lara. Acaso la tremenda rajada en la mejilla que una cortesana celosa del prostíbulo “La bandida” le causara.
Quizá la forma elegante de vestirse de blanco, la guayabera blanca de manga larga. La pulcritud en el trato a las mujeres. El alto concepto de la amistad, por ejemplo, con Pedro Vargas y Toña la negra.

CUATRO. Una semana viendo sus películas

Alguna vez, y durante una semana, en el pueblo exhibieron una película de Agustín Lara.
Y todas las tardes, el viejo aquel en primera fila. 5 tardes mirando la misma película, feliz, embrujado porque cada vez descubría nuevos filones informativos.
Lo más indicativo era que todo lo sucedido en el filme, lo daba como un hecho en la vida de “El flaco de oro”.
¡Aquella película con Elsa Cárdenas, Rosita, que tanto gustaba al presidente Lázaro Cárdenas, y donde ella interpreta a una cortesana mal agradecida con Agustín Lara, lo llenó de ternura!

CINCO. El Superman de un niño

Entonces, la pantalla cinematográfica era disputada, entre otros, por Jorge Negrete, Luis y Antonio Aguilar, Cuco Sánchez, Elsa Cárdenas y María Felix.
Pero Héctor Cruz Valdés adoraba a Agustín Lara como un niño a Superman, declarado el héroe más importante en la historia, o una niña a Gatúbela, interpretada en el cine por Michelle Pfeiffer.
La felicidad más grande del viejo aquel fue soñar todas las semanas y durante varios años con el músico-poeta que nacido en la Ciudad de México deseó nacer en Tlacotalpan, allí donde la belleza del pueblo también sedujera a Gabriel García Márquez para filmar su cuento “La viuda de Montiel”, con Geraldine Chaplin, la hija de Charles Chaplin, en papel estelar.

SEIS. Agustín Lara en manos de una gitana

Después de la muerte de Lara, el gran viejo aquel apagó el radio para siempre y nunca lo volvió a escuchar.
Incluso, el dolor y el sufrimiento eran tanto que, parece, hasta lo regaló por ahí a un amigo.
Quedó con los discos del músico-poeta. Pero poco a poco, todos se fueron enmoheciendo porque rara, extraordinaria ocasión los escuchaba hasta que un día se los obsequió a una gitana que pasó por el pueblo y que adivinaba la suerte.

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Luis Velázquez

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