LUIS VELAZQUEZ

•La grabadora falaz •Reportero aniquilado •El periodista zombi

EMBARCADERO: El peor enemigo de un reportero es la grabadora… Mínimo, dice el sicólogo, con una grabadora el periodista se vuelve un zombie… De entrada, apuesta todo al aparatito… Ahora, incluso, al teléfono celular que ya trae grabadora… Y es que el reportero va perdiendo la capacidad nemotécnica y neurológica y llega un momento cuando queda convertido en un simple autómata… Tiempo heroico del periodismo existió en el siglo pasado cuando el invento de la grabadora era muy lejano… Entonces, la libreta de taquigrafía para anotar cosas básicas y elementales (números, estadística, nombre, cargos públicos, etcétera) significaba apostar todo a la memoria…

ROMPEOLAS: Julio Scherer García llegó al Palacio de la Moneda, en Chile, para entrevista con Salvador Allende, el primer presidente socialista de América Latina llegado al poder por la vía de las urnas… Scherer sacó su grabadora y la prendió… Allende le dijo: “Si yo voy a trabajar con usted en la entrevista, usted también trabaje y apague la grabadora”… Y la debió apagar… Durante catorce días, el joven reportero de El Espectador, de Bogotá, Colombia, Gabriel García Márquez entrevistó, sin grabadora de por medio, al náufrago Luis Alejandro Velasco… Y por aquí, terminaba la charla de inmediato el Gabo se sentaba frente a la máquina de escribir mecánica a teclear la crónica del día y las que fueron integradas en el libro “Relato de un náufrago”…

ASTILLEROS: Amigos, García Márquez invitó a don Julio Scherer a un viaje a Cuba para entrevistar a Fidel Castro… En altamar, el Gabo dijo a Scherer que platicara con Fidel, y sin grabadora… Y sin grabadora, hizo la entrevista, ejercitando su capacidad nemotécnica… Nunca en su vida reporteril, el Gabo utilizó grabadora… Incluso, en la infancia y adolescencia cuando platicaba con su abuelo, quien contaba las hazañas de la guerra de los Mil Días, y con la abuela, quien le contaba historias mágicas y maravillosas, el mundo esotérico, mítico, legendario y fantasioso, nunca tenía grabadora a un lado, y todas aquellas historias desfilan en la novela “Cien años de soledad”…

ESCOLLERAS: Antes de cumplir los treinta años de edad, John Reed cubrió parte de la Revolución con Pancho Villa… Tres, cuatro meses estuvo a su lado en el norte del país… Y de ahí salió el libro “México Insurgente”… Y sin grabadora… Los últimos años de su vida, John Reed fue a Rusia para cronicar la revolución al lado de Lenin, con quien solía platicar en sabrosa tertulia de tarde en tarde y el producto fue el libro estelar, “Diez días que estremecieron al mundo”… Y nunca, jamás, grabadora… Siempre, anotando en el cuaderno los hechos, declaraciones estelares, discursos encendidos, y apostando a la memoria como la grabadora más importante en la vida de un reportero…

PLAZOLETA: Un día, sin embargo, el periodismo se jodió… Fue, entre otras cositas, cuando, primero, la grabadora llegó, y luego, el celular con grabadora… Desde entonces, en vez de reporteros se crearon y recrearon los mecanógrafos, los telegrafistas, los burócratas del ejercicio informativo… Incluso, los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) que reportearon los hechos bíblicos lo hicieron sin libretita de por medio… Todo, confiando en la memoria y en la memoria de los entrevistados, testigos presenciales… Un viejo adagio dice que el primer requisito para ser periodista es tener ojos para escudriñar la realidad… Otros, oídos, para escuchar pláticas incómodas de al lado… Pero por encima de los ojos y los oídos está la memoria… Muchos políticos se cohíben con la grabadora de por medio…

 

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