LUIS VELAZQUEZ

•La gloria y el infierno •Clases por Internet •Caos en madres de familia

ESCALERAS: Las madres de familia están cursando de nuevo la escuela primaria. Lo hacen todos los días con la mayor disciplina y amor del mundo. Auxilian a los hijos en las clases por Internet. Y al mismo tiempo que son dichosas y felices, viven un calvario, un infierno, camino al Gólgota cargando cruz pesada, pesadísima.
De entrada, es la única forma de que los niños salgan adelante con las clases pues muchas dificultades tienen para entender.
Pero como la enseñanza ha variado, ellas mismas lo dicen de la siguiente manera: “NI yo misma entiendo las clases”.

PASAMANOS: Ahora, las señoras (mucho más duro cuando son las abuelas) trabajan triple, cuádruple.
Uno, pendientes de las tareas del hogar, por ejemplo, el aseo y la lavada y la planchada.
Dos, pendientes de la despensa.
Tres, pendientes de cocinar.
Y cuatro, pendientes de las clases digitales.
Más, cuando se considera que los niños son inquietos y distraídos. Y entonces, la faena escolar se recrudece pues han de lograr la concentración de los hijos, 8 horas pegados frente a la computadora y/o la televisión.

CORREDORES: Cada día, las madres terminan agotadas. Incluso, hartas. Agobiadas, solo piensan en tirarse a la hamaca y la cama.
Claro, si tienen una asistente doméstica, ella se encarga. Pero si la economía familiar anda por los suelos en el tiempo del COVID y la recesión, entonces, el mundo encima.
Muchas madres de familia la pasan hablando a los familiares para preguntar tal o cual duda clavada en el corazón y las neuronas de los niños, pues pareciera que están viviendo y padeciendo el peor examen escolar de sus vidas.

BALCONES: Muchas señoras esperan el fin de semana, sábado y domingo, para descansar. Pero también, para sacar los demonios del estrés de sus neuronas y el hígado.
Desde hace un año, con las clases en línea, están en la desesperación social, familiar y conyugal.
Incluso, riñendo con las parejas porque ellos, tan campantes, se van al trabajo en la mañana y en la tarde y nunca participan en la faena pedagógica tecnológica.
Más, porque en las tardes los niños han de empeñarse en la tarea del día. Y entonces, mañana y tarde, las madres, “atrapadas y sin salida”.
Más lo que falta, como dice el epidemiólogo del barrio.

PASILLOS: Mientras, los ideólogos de la educación en un nuevo frente de la discordia confrontados sobre el regreso a clases presenciales en el próximo ciclo.
Que para junio o julio. Que constituye un riesgo. Que el rebrote está canijo. Que vamos llegando a los 190 mil muertos. Que solo en Veracruz ya pasamos de los 8 mil fallecimientos. Que hay días cuando mueren más de cien personas. Que las escuelas privadas siguen fracasando. Que es el COVID, la recesión o el desplome económico total.
Las madres de familia también viven su infierno.

VENTANAS: Los estragos llegan a tanto que, por ejemplo, las esposas tienen diferencias con las parejas porque hasta la libido se ha ido. Y las relaciones íntimas están en la peor abstinencia del mundo.
El peor tiempo para el amor. El amor místico en el tiempo del COVID. El amor etéreo, amor eterno diría Juan Gabriel.
Nadie sabe, por lo pronto, el desenlace. Ningún profeta sanitario, menos los señores políticos, pueden aventurar el fin del coronavirus. O en todo caso, la vida normalizada.
Entonces, las madres parecieran estar condenadas a seguir cargando la cruz pedagógica para ayudar a los hijos a la comprensión y entendimiento escolar.

Barandal
Luis Velázquez

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