Luis Velázquez

Figuras míticas/ El viejo Veracruz/ Hombres gigantes

UNO. Figuras legendarias

Hubo en el siglo pasado en Veracruz figuras legendarias y míticas. Su presencia inspiraba autoridad moral. Se les respetaba y admiraba. Y eran ferozmente honestos y ferozmente capaces. Unas leyendas. Entre otras, las siguientes:
El licenciado Reynaldo Maldonado Fuentes. Director de Bachilleres Nocturnos. Bajito de estatura, serio, circunspecto, profesor de Ética, entre otras materias, era un sacerdote laico. Imponía y se le mirada y admiraba con el más profundo respeto. Su palabra era sagrada.

DOS. Autoridad moral

El doctor Juan Capallera Mateos. Director del Ilustre Instituto Veracruzano, lo volvió más ilustre. Por encima de todo, su autoridad moral. Pero también, la ascendencia entre los estudiantes que lo querían y respetaban. Siempre con ellos y del lado de ellos, los escuchaba y atendía. En un día su vida era quíntuple: director, maestro, doctor en el Seguro Social, doctor en el consultorio particular y dueño de una librería.
El filósofo Guillermo Héctor Rodríguez. Catedrático en la UNAM se jubiló y decidió regresar a la ciudad de Veracruz para vivir el resto de sus días.
De tarde en tarde, el alcalde Mario Vargas Saldaña lo visitaba en su departamento para tomar café y platicar sobre filosofía. Mejor dicho, el filósofo daba clases al político.

TRES. Tertulia estudiantil

El doctor Diódoro Cobo Peña, cardiólogo, especializado en niños, unos diez libros publicados, la mayoría de texto (Pedagogía, Literatura y Filosofía, y un libro de poemas, “Perfil de humo), era el más sabio de todos los profesores de su tiempo en el Ilustre Instituto Veracruzano, en Bachilleres Nocturnos y en la Universidad Veracruzana.
Luego de impartir clase hacía tertulias con los estudiantes. Y hablaban, claro, de literatura y filosofía, y de cine, su otra pasión, pero también de la vida. Fascinantes sus experiencias, más grande la autoridad moral y magisterial que transmitía.

CUATRO. Institución periodística

El profesor Alfonso Valencia Ríos. La más grande institución periodística de todos los tiempos. Insólita capacidad de trabajo, escribía notas informativas y editoriales. Iniciaba tarea a las 7 de la mañana, hora puntual cuando llegaba al periódico y terminaba, sin descanso ni tregua, a las diez, once de la noche.
Fue un hombre íntegro, honesto, su más grande legado en un oficio, el periodismo, ubicado con la política y la policía, en el sótano de la confianza ciudadana.

CINCO. Grandeza humana

El maestro Francisco Gutiérrez González. Siempre ejerció el periodismo en la sala de redacción, la gran escuela, con la calle, de los reporteros. Diseñaba páginas. Incluso, hasta inventó una regla, especie de tipómetro, para cuadricular. Y la imprimió en serie y la regalaba a los compañeros del medio y a los estudiantes que desde los primeros años de la facultad de Periodismo elegían el diseño como fuente de vida.
En el Bachillerato Nocturno iniciaba su vida magisterial el licenciado Héctor Cruz Valdés. Impartía la materia de Sociología. Era profundo conocedor. Inspiraba respeto y admiración. Sus clases más bien eran conferencias magistrales. Alto y delgado, parecía la versión azteca de Superman. Siempre, sonriente, dichoso, feliz, su grandeza humana estaba en la sencillez y la humildad.

SEIS. Los Superman de los niños

Ellos fueron como el Superman de los niños, los héroes. Seres humanos que parecían, o eran, mejor dicho, gigantes.
Cada uno en su oficio, su dimensión moral los enaltecía. Ninguno tuvo como obsesiva obsesión acumular bienes materiales. Por el contrario, siempre con un libro en la mano. En sus casas, bibliotecas gigantescas.
Vidas que dejaron huellas y discípulos, aun cuando pocos, excepcionales, una aguja en un pajar, alcanzaron su dimensión estelar.

Escenarios
Luis Velázquez

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