Luis Velázquez

Se busca a Juan Toto

•Gracias por avisar
•Amigos memorables

UNO. Un hombre entre cadáveres

Si un lector por ahí conoce a Juan Toto Roque, un priista originario de San Andrés Tuxtla, gran operador político que fue o es, muchísimas gracias por avisar.
En el temblor de 1985 en la Ciudad de México se le perdió el rastro. El hotel donde vivía se derrumbó y quedó atrapado entre los escombros.
Por fortuna, sobrevivió. Unos días resistió sin comer ni tomar agua y mirando alrededor a un montón de muertos.

DOS. Se perdió en el tiempo

Después, fue rescatado por la Cruz Roja e internado en uno de sus hospitales. Allí lo ubicó Ignacio Morales Lechuga, ex procurador de Justicia en la Ciudad de México y General de la República, con su esposa, y lo trasladaron a otro hospital.
Y con el tiempo pudo reintegrarse a la vida pública.
Pero de pronto, se le perdió el contacto.
Unos amigos comunes dicen que lo habrían visto trabajando en la ciudad de Veracruz. Otros, que seguía en la Ciudad de México.

TRES. Operaba en las sombras

Nunca ocupó un cargo público. La elite priista de entonces, en la segunda parte del siglo pasado, aprovechó más sus cualidades y atributos en la negociación política para arrullar las inconformidades sociales y desbaratar las protestas.
Siempre operaba con bajo perfil. Sin candilejas. Sin ocuparse ni preocuparse de los titulares. De hecho y derecho, actuaba en las sombras. Y dejaba que otros, los jefes, se lucieran.
En cualquier municipio de Veracruz que reventaban con la toma de calles y avenidas y carreteras y caminos vecinales ahí llegaba Juan Toto en misión especial.
Solía negociar en la noche. Se acostaba hacia la una o dos de la mañana buscando salidas. Dormía hasta las diez de la mañana y otra vez a seguir el diálogo.

CUATRO. Hombre austero

Era bajito de estatura y había dejado que su panza tomara la forma caprichosa deseada. Moreno moreno, siempre andaba con una sonrisita.
Vivía solo en un cuartito sencillo y modesto en una colonia popular de Xalapa. Tenía un hijo, pero eran distantes entre sí y estaba pendiente de él y su ex pareja.
Era tan discreto que nunca hablaba de sus padres ni hermanos. Parecía un ermitaño.
En su depa solo tenía un libro…, el que estaba leyendo en turno. Una vez leído lo regalaba a una biblioteca pública de Xalapa. Era un donador discreto de libros.

CINCO. En las grandes ligas

Egresado de la facultad de Leyes de la Universidad Veracruzana durante un tiempo trabajó en Xalapa en el PRI y el gobierno.
Luego, tomó camino a la Ciudad de México y siguió a Morales Lechuga y se volvió, digamos, un operador político nacional, de igual manera que otros priistas más.
Muchos años después cuando Ignacio Morales fue candidato a gobernador de Veracruz por un partido independiente, Juan Toto ya no estaba a su lado.

SEIS. Amigos memorables

Uno cree, siente, está seguro de que está vivo. Y nada alegraría tanto el corazón como darle un abrazo, aunque sea virtual por ahora, y platicar hasta que el café lechero enfriara en la plática.
Alguna vez nos vimos con amigo común, el doctor Arturo Nájera Fuentes, priista, y le pregunté sobre Toto. Ninguna información tenía. Ninguna pista. Nada tampoco sabía de su familia.
De otro amigo, Roberto Castillo, originario de Carlos A. Carrillo, tampoco ni un dato sobre su destino. Tiempo aquel cuando el trío de rojos soñaba con el servicio público “sin meter las manos al cajón”.
Hay amigos memorables, imborrables y citables como Juan Toto Roque.

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Luis Velázquez

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