Alfredo Santiago/LIBERAL: Aunque la necesidad la orillo a esta actividad, siempre ha estado enamorada del mar y del trabajo aprendido del abuelo de su abuelo.

Rosa Isela, pescadora por pasión y necesidad

Desde que tenía 12 años comenzó a salir al mar, aprendiendo el oficio de la familia, ahora se dedica a la pesca de tiempo completo ante la imposibilidad de seguir estudiando.

AGUA DULCE
ALFREDO SANTIAGO H.

Diariamente Rosa Isela Rodríguez se embarca en la lancha de la familia para salir a las aguas del Golfo de México, en la búsqueda del sustento y siguiendo su pasión por el oficio que alimenta a la familia por generaciones.

Todo comenzó con el abuelo de su abuelo, el primer pescador de la familia, asentado en la congregación de Tonalá, sacó adelante a su familia en aquellos tiempos de bonanza donde el pescado abundaba.

Cinco generaciones después, cuando Rosa Isela tenía 12 años, salió por primera vez a pescar al mar y se enamoró de las olas bravas, del sol en su piel y el sabor del mar en los labios, forjada como una hija de la sal y arena, aprendió el oficio también.

 

EL DILEMA

Cuando era una adolescente pescaba los fines de semana, acompañando a su padre y su abuelo, más por diversión, pues sus esfuerzos estaban concentrados en estudiar la telesecundaria en Cuauhtemoctzín (en Tabasco, al otro lado del río Tonalá), contó en entrevista, mientras desenredaba las redes recogidas esa mañana.

Pero una vez que terminó la educación básica, la familia se enfrentó al dilema de no poder costearle la preparatoria, por lo cual no dudo ni un segundo en dedicarse a la pesca en tiempo y forma, ayudando de esta forma a obtener el sustento diario de toda la familia.

Así sale todos los días desde muy temprano o por las tardes, de acuerdo a lo que vayan a pescar, a bordo de la lancha de la familia Rodríguez que surca el mar para tender sus redes en un paisaje que ha cambiado en los últimos años, pues plataformas petroleras forman parte del horizonte, teniendo que desplazarse a puntos más lejanos para lograr capturar algo.

MUJERES DE HIERRO

En la congregación de Tonalá, donde hay un aproximado de 700 pescadores en activo, pero solamente hay alrededor de 15 mujeres que se dedican a la pesca; Rosa Isela no es la única, pero pertenece a una generación que está ‘abriendo brecha’ con su ejemplo.

Mujeres de piel bronceada, con un espíritu y un carácter tan fuerte como el hierro de las anclas, mujeres que se han enfrentado al mar embravecido en más de una ocasión y lo han vencido, pues algunas son madres y le prometen a sus hijos volver a casa antes de cada salida.

Rosa Isela espera que en el futuro haya más mujeres pescadoras, pero también le gustaría que haya más oportunidades de progreso en la congregación, para que niños y niñas puedan seguir estudiando y desarrollar otros oficios y profesiones, que tengan la oportunidad de elegir su futuro.

 

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