Reforma/Liberal Para lograr una documentación exhaustiva, el equipo de Cindaq realizó más de 100 inmersiones; casi 600 horas de buceo.

Revelan misterios del ocre profundo

Los primeros pobladores de América recorrieron túneles al interior de cavernas subterráneas para obtener ocre por toneladas. A mayor profundidad, era más vibrante, más fino y más puro, valorado en las sociedades más antiguas del mundo por sus propiedades medicinales, plaguicidas, pictóricas, funerarias y rituales, entre muchas otras.

Encendían fogatas para alumbrarse mientras obtenían el mineral. Para no extraviarse, colocaban piedras que les permitían identificar la ruta de retorno, aunque no siempre regresaban.

Los huesos de “Naia”, por ejemplo, el esqueleto más remoto y genéticamente intacto de América, cuyo nombre remite a las Náyades -ninfas de la mitología griega que habitaban el agua-, revelaron que la mujer de entre 15 y 17 años murió al caer en un abismo en el sistema de cuevas conocido como Hoyo Negro, en Quintana Roo, 13 mil años antes de nuestra era, y podría haberse introducido allí para recolectar el preciado pigmento rojo.

“Como hasta hoy suele suceder, y ocurría en el siglo 19 en Europa, los niños eran conocidos como excelentes mineros. Por su tamaño, podían entrar a lugares donde un adulto no podía trabajar cómodamente, entonces sí que ‘Naia’ pudo haber entrado para hacer este tipo de trabajo”, observa en entrevista Roberto Junco, Subdirector de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH.

La de “Naia” es sólo una hipótesis que deriva del hallazgo reciente en la Península de Yucatán de la mina de ocre más antigua de América, de entre 10 mil y 12 mil años antes de nuestra era, dentro de un intrincado sistema de cuevas inundadas -entonces secas y accesibles- donde espeleobuzos del Centro Investigador del Sistema Acuífero de Quintana Roo (Cindaq) descubrieron alteraciones en las cavernas, así como restos de carbón y hollín que sugerían presencia y manipulación del entorno por acción humana.

Estalactitas y estalagmitas de las cuevas fueron quebradas para transitar las oquedades y, con ellas, los pobladores forjaron también herramientas para golpear pisos y conseguir el pigmento, detalla Junco, parte del equipo del Proyecto La Mina, que recorrió 7 kilómetros de cuevas para hallar vestigios.

El ocre de esta mina es, probablemente, un pigmento listo para usar, lo que puede ser una de las razones por las cuales estos individuos hicieron tantos esfuerzos para recolectarlo, como lo reveló la revista Science Advances en el artículo Minas de ocre paleoindias en las cuevas sumergidas de la Península de Yucatán, Quintana Roo, México el pasado 3 de julio. Un estudio signado por investigadores de Estados Unidos, Canadá y México.

El descubrimiento de esta mina es de suma relevancia no sólo por su antigüedad, sino porque por primera vez se conoce actividad de estos pobladores alrededor de ella, observa Junco.

En las cuevas inundadas de la Península se han hallado al menos restos humabos de diez individuos prehistóricos, pero se desconocían los motivos de sus incursiones, atribuidas a la búsqueda de refugio temporal, de agua dulce o debido a entierros rituales o intencionales, “aunque ninguna (actividad) está firmemente fundamentada por la evidencia arqueológica disponible”, precisó Science Advances.

“La humanidad, desde sus inicios, utilizó el ocre de manera muy activa, lo mismo en el continente asiático que en el africano o en el europeo. Haber encontrado esta evidencia nos confirma y le pone fecha al uso del ocre en América. Por supuesto que milenios después los mayas y todos los grupos prehispánicos lo utilizaron abundantemente”, añade Junco.

Y probablemente, vislumbra el arqueólogo subacuático, en muchas de las cuevas exploradas empezarán a surgir evidencias de esta misma explotación.

“Con la evidencia que tenemos todavía no podemos decir para qué usaron el ocre, pero por otros ejemplos a nivel mundial podemos concluir que debió haber tenido múltiples usos”, indica.

Para lograr una documentación exhaustiva y detallada del sitio, el equipo de Cindaq realizó más de 100 inmersiones, con un total de casi 600 horas de buceo en las cuevas.

En total, 19 buzos participaron en el esfuerzo de mapeo. Se dedicaron 100 horas adicionales de buceo a la adquisición de las casi 18 mil imágenes utilizadas para los modelos fotogramétricos en 3D, que permiten a los investigadores acceder “virtualmente” y estudiar este complejo minero inundado de forma remota.

El espejo milenario

Las minas permanecieron activas 2 mil años. El porqué cesó la explotación cuando faltaban 2 mil años para que el mar incrementara su nivel e inundara las cuevas, es un enigma que ahora dilucidan los especialistas, señala el titular de la SAS al reflexionar sobre estos periodos de tiempo, tan amplios como fascinantes: una mina, también, de interrogantes.

“El imperio mexica, por ejemplo, no duró ni 300 años. Sin embargo, podemos hablar de diferentes tlatoanis, de diferentes episodios y expansiones del imperio, pero aquí estamos hablando de miles de años”, contrasta el arqueólogo.

Las investigaciones han incluido el estudio de los animales de la época para obtener mayor información del ambiente y comprender las presiones que ejerció el clima.

“Estamos muy emocionados de que en algún momento aparezcan otras manifestaciones de esta sociedad tan antigua que nos permitan ir reconstruyéndola más, para saber quiénes eran y qué hacían. Ellos son también nuestros ancestros, no sólo los prehispánicos o los habitantes de la época colonial.

“Esperamos que entender cambios tan drásticos en el clima y en la vegetación pueda servirnos, también como una especie de conciencia y reflejo de lo que estamos viviendo actualmente. Es un proceso que ha pasado muchísimas veces en la historia de la humanidad, y seguramente nos tocarán cambios drásticos. Definitivamente estamos ante una catástrofe ecológica que exacerba el cambio climático y tenemos que colaborar con el medio ambiente para no hacerlos imposibles de soportar”, advierte Junco.

Rostros ancestrales Como parte de las investigaciones de los primeros pobladores de América hallados en la Península de Yucatán se ha reconstruido el aspecto físico de ancestros como “Naia”, así como de las llamadas “Señora de las Palmas” y la “Mujer de Naharon”.

“La Mujer de las Palmas” vivió hace 10 mil años; medía 1.52 metros y tenía entre 44 y 50 años al momento de morir. La recreación de su aspecto se hizo en el taller francés de Atelier Daynés, el mismo donde realizó la reproducción de “Lucy”, el fósil de Australopithecus de 3.2 millones de años que se exhibe en la Sala de Introducción a la Antropología del Museo Nacional de Antropología.

La recreación de la “Mujer de Naharon”, por su parte, cuya antigüedad se remonta a 13 mil años, fue encomendada por el INAH al diseñador brasileño Cícero Moraes, célebre por recrear virtualmente los rostros de personajes históricos. Este ancestro corresponde a una mujer que medía 1.41 metros y que tenía entre 20 y 25 años de edad.

El aspecto de “Naia”, de entre 15 y 17 años, y con más de medio metro de estatura, pudo conocerse por el trabajo que realizó el Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro.

“‘Naia’ nos gusta mucho. Los rasgos se le ven asiáticos, y sabemos genéticamente que estos esqueletos provienen de las migraciones de Beringia, del estrecho de Bering. Es un aspecto interesante el reconstruir pero, quizás, es más interesante conocer la expectativa de vida que tenían, entre otras cosas que están en los huesos de estos individuos”, consideró Roberto Junco, Subdirector de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH.

Perciben riesgos por el Tren Maya

El Tren Maya podría ocasionar derrumbes en cenotes de la Península de Yucatán, advirtió la arqueóloga subacuática Carmen Rojas, investigadora del Centro INAH Quintana Roo, durante su conferencia “Los primeros pobladores de Tulum”, impartida la semana pasada vía las redes sociales de El Colegio Nacional.

“Se tienen que hacer las prospecciones, las inspecciones adecuadas para, en nuestro caso, saber qué hay en las cuevas y cómo podríamos rescatarlo, extraerlo en caso de que la cueva pueda ser impactada”, dijo en respuesta a la inquietud del público sobre el tema.

Son 35 cenotes y 20 cuevas secas con evidencia maya que se relacionan con la ruta hasta ahora trazada, explicó.

“Mi recomendación es que se hagan estas inspecciones como se deben. No se pueden hacer apresuradamente porque perdemos muchas cosas, y en cuanto a cómo impacte en la cueva el paso de la vía, un especialista en mecánica de suelos podría decirnos más. Sin embargo ha habido desplomes de lobbys de hoteles porque sus columnas se basan en el fondo de una cueva”, recordó.

“Hay riesgo de colapso serios”.

México
Yanireth Israde Gonzalez/Reforma

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