Prueba PISA

Durante las últimas décadas del siglo pasado, las organizaciones económicas y financieras internacionales consideraban a la educación sólo como un elemento de desarrollo social, sin darle demasiada atención a la importancia que reviste para las personas.

Por el contrario, la Unesco siempre ha considerado a la educación como un derecho humano y fundamental para la dignidad de los seres humanos. La educación —como lo hemos dicho en este mismo espacio— es un derecho habilitante para que las personas puedan conocer, entender, ejercer y defender sus demás derechos y garantías constitucionales.

Al paso del tiempo, instituciones internacionales —como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos— han tenido que reconocer la trascendencia que tiene la educación, tanto para el desarrollo de las personas como para el crecimiento económico de las sociedades.

Uno de los instrumentos de evaluación fundamental de la OCDE para medir el desarrollo de los países es la prueba PISA —por sus siglas en inglés— la cual es una valoración que se realiza cada tres años a alumnas y alumnos de 15 años, que aprecia hasta qué punto han adquirido los conocimientos y habilidades esenciales para su participación plena en la sociedad.

La evaluación PISA se enfoca en las áreas escolares centrales como: la lectura, las matemáticas y las ciencias.

Los resultados en 2018 para México señalan que nuestros estudiantes obtuvieron un puntaje por debajo del promedio del resto de los países en dichas áreas escolares. Sólo el 1% de nuestros estudiantes obtuvo un desempeño de competencia alto, cuando el promedio de la OCDE es del 16 por ciento.

Por otra parte, el 35% de los estudiantes mexicanos no obtuvo el nivel mínimo de competencia en las 3 áreas, cuando el promedio del resto de los 37 países es del 13 por ciento. La brecha es profunda.

En la semana circuló la noticia de que México abandonaría la prueba PISA y de inmediato los medios de comunicación y las redes sociales se inundaron de opiniones que condenaban el hecho, lo que, por fortuna, el gobierno mexicano desmintió, en concordancia con la opinión de la propia OCDE.

Falsa o verdadera, lo cierto es que la noticia cimbró al mundo educativo. Y es que retirarse de la aplicación de dicha prueba sería un profundo error, porque no solo violentaría los acuerdos internacionales con esa organización, sino que el país perdería la oportunidad de contar con una herramienta rigurosa y confiable que nos ayude a diagnosticar el estado en el que nos encontramos en materia educativa.
En el fondo, la prueba PISA no evalúa a los estudiantes. Es un instrumento que mide el estado de desarrollo de todo el sistema educativo de un país.

Derivado de la desaparición del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) —hace un par de años— no se conocen los nuevos planes y políticas públicas implementadas por el gobierno para cumplir con la tarea fundamental de evaluar a nuestros docentes ni para medir el desarrollo institucional del sistema educativo nacional.

Resulta impostergable fortalecer la existencia de herramientas confiables que nos ayuden a seguir pugnando por una mejora constante en la educación y la ciencia.

Hoy México debe refrendar y cumplir su compromiso con la educación y su calidad, pero ello sólo será posible si los diagnósticos se tornan en políticas públicas eficaces que reviertan la tendencia históricamente negativa que en este rubro hemos tenido.

Como Corolario la frase del orador, ministro religioso y activista estadounidense Malcolm X: “La educación es nuestro pasaporte para el futuro, porque el mañana pertenece a la gente que se prepara para él, en el día de hoy”.

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