Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

II ORDINARIO/C. I.- COMO EL ESPOSO SE ALEGRA CON LA ESPOSA (Is 62,1-5).

Después de haber presentado “lo misión del profeta” en el cap. Después de haber presentado “lo misión del profeta” en el cap. 61, Isaías abre el cap. 62 con el segundo poema sobre la maravillosa resurrección de Jerusalén, cuyo tema central es el de los desposorios: el de Jerusalén y del país que le rodea, que consiste en convertirse en esposa de Yahvé. El texto en cuestión inicia con una declaración de una actividad motivada por el amor a la ciudad y que tiene como objetivo el resplandor de su justicia y que su salvación brille como antorcha, al mismo tiempo que anuncia un nuevo nombre para la ciudad y que brotará de la misma boca de Dios. Hay una nueva dignidad para la ciudad santa: “corona de gloria” y “diadema real”, ya no estará abandonada a su suerte, sino bajo el patrocinio del Señor; en consecuencia, el pasado ha quedado atrás y ahora se deja ver su nueva condición. Los vv. 4-5 condensan el tema de este poema: contra “Abandonada” surge mi “Mi complacencia” y en oposición a “Desolada” está “Desposada”, ideas antangónicas que realzan magistralmente la acción divina; el tema del amor conyugal se yergue majestuosamente, porque Dios se complace con Sión, como el esposo se alegra con la esposa.

II.- “HAGAN LO QUE ÉL LES DIGA (Jn 2,1-11).

La imagen tan socorrida por los profetas para hablar de la relación de Yahvé y su pueblo, es la del matrimonio. Como sabemos, el Ciclo Litúrgico C, tiene como Evangelio guía a San Lucas, pero hoy la Liturgia de la Palabra nos propone el texto de san Juan 2,1-11, con el relato de las bodas de Cana; se trata del primer signo que Jesús realiza y mediante el cual sus discípulos creyeron en Él, es la manifestación del enviado del Padre que anticipa su gloria y su Hora en la cruz. La figura profética se hace realidad: hay una boda y, por lo tanto, un novio y una novia, unos invitados, entre los que destacan la Virgen Madre, Jesús y sus discípulos y los servidores. Se trata de una fiesta común para Israel, pero que al mismo tiempo, tiene algo especial; María, la Madre de Jesús, como como toda mujer, es previsora sabe darse cuenta de lo que está sucediendo; participa como todo invitado sin olvidar la responsabilidad y función de los servidores y se percata de que algo anda mal y es entonces cuando se acerca a su hijo para decirle que falta algo, “ya no tienen vino” (v. 3). Ante la dificultad del Hijo de que ‘Todavía no ha llegado su hora” (v. 4), la Virgen reacciona serena -como toda buena madre- diciendo tranquilamente a los sirvientes: “Hagan lo que Él les diga” (v. 5), palabras que nos recuerdan Gn 41,55, cuando el pueblo egipcio hambriento acude al faraón pidiéndole comida y él, a su vez, los remite a José diciéndoles “ hagan lo que él les diga”. Y es que se nos podría acabar el vino (dones) de la alegría, del servicio, del perdón, de la fraternidad, del diálogo, de la paciencia, etc. Sólo la presencia de Jesús y de María en nuestra vidas puede ayudarnos a encontrar la alegría en la sencillez.

III.- DISCERNIR LOS ESPÍRITUS (1Co 12,4-11). Ante el tema de los carismas, san Pablo insiste en tres cosas: 1.- La unidad. Un solo Espíritu, un solo Señor y un solo Dios que actúa en todos; 2.- Los carismas son para edificar, lo que une es de Dios y lo que divide es del diablo. De ahí la necesidad de discernir los espíritus; 3.- Es el mismo Espíritu el que distribuye sus dones a cada uno.

TE PUEDE INTERESAR

Impacto evangelístico, la fuente inagotable

Pastor Manuel Jorge López LOS 7 YO SOY DE JESÚS Ahora mismo estudiaremos un libro …