Pbro. Lic. Wílberth Enrique Aké Méndez

Recordemos que el libro de Baruc va dirigido, de una manera especial, a los judíos que vivían fuera de Palestina, para recordarles que eran extranjeros y que no debían ser asimilados por la cultura pagana, ni acostumbrarse a los usos extranjeros. Por esta razón, comienza poniendo oraciones de los judíos desterrados a Babilonia, porque ellos también estarán espiritualmente exiliados. La primera parte del texto (1,1-3,8) es una oración de penitencia, la tesis de ésta es que las tragedias del pasado fueron consecuencias de las faltas a la Ley y pide a Dios que mantenga las promesas a su pueblo y, al final, lo reunirá. La segunda parte está formada por dos poemas: el primero (3,9-4,4), es un llamado a escuchar la Ley, que es la única revelación de la sabiduría divina y está inspirado en textos de Job (38), Proverbios (8,20-36) y Sirácide (24,23); el segundo poema (4,5-59), traza el camino que Dios ofrece a su pueblo exiliado en tierra extranjera y, que después de haber sido despreciado y humillado, verá el castigo de sus enemigos y Jerusalén será la luz de la naciones, basado en Is 60-62. Esta es la razón por la cual se invita a Jerusalén, y con ella a todo Israel, a dejar atrás toda tristeza y dolor para revestirse de la gloria de Dios, de esplendor y de luz de su gloria. En su camino de retorno, Israel transitará por una calzada segura bajo la gloria de Dios como príncipes reales, quien los guiará en medio de la alegría escoltados por su misericordia y su justicia.

II.- VERÁN LA SALVACIÓN DE DIOS (Lc 3,1-6). El texto presentado hoy por San Lucas se encuentra en un contexto histórico sumamente complicado en los que resulta difícil para el judío ver la intervención de Dios. Tras la muerte de Herodes el Grande y los dos años de caos durante el gobierno de Arquelao, hijo y sucesor suyo, el imperio romano dividió Palestina en cuatro regiones (cuatro, tetra en griego) nombrando cuatro tetrarcas. Este desmembramiento de la tierra santa era un desafío a las promesas de Dios especialmente la unidad de los dos reinos; otro hecho es el nombramiento de dos sumos sacerdotes, contrario a lo que la Ley establece, que se pasaba de padre a hijo y era para toda la vida. En medio de esta situación humillante aparece la predicación de Juan Bautista, surge como una novedad que sacude al pueblo generando una nueva corriente en la que se inserta el Hijo con mucha sencillez. Con ella queda manifiesta la acción del Espíritu Santo en la historia; su predicación rompe el curso de acontecimientos en los que aparentemente Dios está ausente. Inspirado en Is 40,3-11 que anuncia el retorno de los desterrados, Lucas habla de un nuevo retorno, ya no a Palestina, sino a Dios; se trata de un llamado a la conversión para después contemplar la salvación: preparen el camino del Señor.

III.- LIMPIOS E IRREPROCHABLES (Flp 1,4-6.8-11). San Pablo pone en el centro de la mesa el tema de la segunda venida, “el Señor está cerca” y en torno a ella está la colaboración de los fieles de Filipos en la propagación del Evangelio y, también, la exhortación a escoger siempre lo mejor y, llegar así, limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo.

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