Un hallazgo sorprendente reveló que 30 minutos de entrenamiento con un exoesqueleto robótico mejoraron la velocidad de ejecución no solo en la mano entrenada, sino también en la no ejercitada.
JAPÓN
AGENCIAS
En el mundo de la música clásica, donde la práctica incesante marca el camino hacia la perfección, un nuevo invento podría revolucionar la forma en que los pianistas expertos mejoran sus habilidades. Un equipo de investigadores liderado por Shinichi Furuya ha desarrollado un exoesqueleto robótico que promete ayudar a los músicos a superar sus límites de velocidad.
Todo comenzó con un dilema personal. Furuya, pianista e investigador de los Laboratorios de Ciencias de la Computación de Sony en Tokio, se encontraba en una encrucijada familiar para muchos músicos: la práctica excesiva le había lesionado la mano, pero necesitaba seguir mejorando. Esta experiencia lo llevó a desarrollar una solución innovadora inspirada en una técnica pedagógica tradicional.
Recordando cómo sus maestros solían guiar sus manos para enseñarle pasajes complejos, concibió la idea de replicar esta experiencia mediante el exoesqueleto robótico capaz de mover cada dedo de forma independiente y más rápida de lo que los músicos podrían lograr por sí mismos.
“Lo entendía de manera háptica, intuitivamente, sin necesidad de palabras”, explicó Furuya a New Scientist, recordando cómo aprendió de sus profesores.
El estudio, publicado en la revista Science Robotics, involucró a 118 pianistas experimentados que habían estado tocando desde los ocho años y acumulado al menos 10 mil horas de práctica. Los participantes primero alcanzaron su “efecto techo”, ese punto frustrante donde, a pesar del entrenamiento intensivo, ya no pueden mejorar más.
La prueba decisiva, detallada en ARS Technica, consistió en una tarea específica: un “trino de acordes” que aparece en obras como el Etude Op. 25 No. 6 de Chopin y el primer movimiento de la Sonata para piano No. 3 de Beethoven.
En concreto, el ejercicio consistía primero golpear simultáneamente las teclas Re y Fa con los dedos índice y anular derechos, y después golpear las teclas Mi y Sol con los dedos corazón y meñique derechos. “Utilizamos esta tarea porque está ampliamente reconocida como un reto técnico tocarla con rapidez y precisión”, se lee en el estudio.
Los pianistas practicaron esta secuencia durante dos semanas a 80 BPM, hasta que ya no podían mejorar más.
Aquí es donde entra en juego el exoesqueleto. Durante una sesión de solo 30 minutos, el dispositivo movió los dedos de la mano derecha de los pianistas en patrones tanto simples como complejos (hasta cuatro veces por segundo). Y el resultado fue sorprendente.
Aquellos que recibieron el entrenamiento rápido y complejo lograron tocar con mayor velocidad y precisión no solo la mano entrenada, sino también la mano izquierda, que no había sido “impulsada” por el exoesqueleto.
Implicaciones para
otras disciplinas
Aunque la tecnología de exoesqueletos se ha empleado con frecuencia en rehabilitación para personas que han perdido movilidad, su uso para potenciar a individuos sanos no es habitual. Este hallazgo podría allanar el camino para que, además de músicos, otros profesionales superen límites de destreza establecidos por la práctica tradicional.