El sur está de luto

Las calles de Nanchital se llenaron de dolor, llanto y reclamos por la muerte de Itzel Dayana.

COATZACOALCOS
SENDIC AGUIRRE

Todo Nanchital y el sur de Veracruz está de luto, las mujeres están furiosas y las familias lloran la muerte de una niña y exigen justicia a una sola voz, porque una pequeñita de nombre Itzel Dayana fue asesinada sin el menor remordimiento.

El llanto invadió a una ciudad, en todo el país se oirá el nombre de Itzel Dayana, y no se dejará de escuchar hasta que se encuentren a sus asesinos, se encarcelen y se les dicte sentencia para que no quede impune su crimen.

Cientos de personas se unieron en una sola voz, para pedir que se capture al asesino, que se castigue al culpable, que se pudra en la cárcel la persona que se atrevió a tocar a una niña y quitarle la vida.

Mujeres, hombres, niñas, abuelas, niñas, gays, se unieron a una marcha para exigir justicia, para que la vida de esta niña no quede en el olvido, que su muerte no se convierta en una carpeta con telarañas en un cajón.

A nadie le importó el calor, las altas temperaturas, los intensos rayos solares, la humedad, el sudor en los ojos, todos querían unirse a la marcha. Pero no solamente las familias nanchitecas, llegaron, sino de varios puntos del sur de Veracruz se sumaron a esta protesta, porque nadie quiere que se repita esta tragedia.

Las jovencitas tomaron fuerzas para cargar un ataúd que representaba todo el dolor de los nanchitecos, porque ellas cargaron la caja por las calles, se turnaban, una y otra vez demostraron que entre todas nunca la dejarán sola.

Pero el sentimiento de impotencia no solamente estaba en las calles, en la marcha, en los gritos, sino también desde las ventanas, había abuelitas que desde su casa, atrás de los barrotes lloraba y empuñaban la mano para exigir que se capturara a sus asesinos.

Algunas señoras más, no pudieron salir, pero desde sus balcones, desde sus terrazas, sacaban sus cartulinas, con el nombre de Itzel Dayana, para exigir justicia, para exigir que ninguna familia más pasara por esa tragedia.

Todos sabían su rol, algunas cargaban un ataúd, para recordar que la jovencita de apenas 16 años, le quitaron la vida, otras gritaban que se atrapara al maldito asesino y algunas más se manchaban las manos de pegamento para colocar pegatinas en las calles y que el nombre de Itzel Dayana no se olvidara nunca.

En los comercios se detenían las ventas cuando pasaba la marcha, cuando el dolor se sentía en el aire, la gente se volteaba para ver las imágenes de la jovencita, y no podía hacer otra cosa que llorar.

Porque nadie podía creer que una menor de edad fue asesinada en su comunidad, que alguna persona pudiera tener el alma tan podrida como para violar a una pequeña y arrebatarle la vida de tal forma.

El calor y las altas temperaturas estaban a todo lo que daba, pero a nadie le importaba, era más fuerte el sentimiento de impotencia, era más fuerte el dolor en su pecho, el pensar que su hija podría ser la siguiente.

Su familia no era la única que sentía el dolor, tampoco solamente Nanchital estaba con el alma destrozada, sino todo el sur de Veracruz estaba de luto, porque fue una muerte que nadie esperaba y que a todos les dolió.

Las abuelas estaban preocupadas por sus nietas, las madres por sus hijas, las hermanas por sus hermanas, las tías por sus sobrinas, porque no quieren ver que esta situación se pueda volver a repetir.

No había palabra de alguien que hablara de ella que no le pusiera la piel chinita a quien la escuchara, porque Itzel Dayana, no solamente era ella, sino la menor se había convertido en todos.

Itzel Dayana era una niña de apenas 16 años que hacía todo lo posible por contar con las mejores calificaciones y quien tenía como sueño convertirse en una gran contadora, y alguien había truncado sus aspiraciones por lo que su muerte, es una tragedia que no puede quedar en el olvido.

Descanse en Paz Itzel Dayana.