El marcador 'maldito' volvió a aparecer en Estados Unidos. El Tri tropezó en Cincinnati, con goles de Pulisic y McKennie en el segundo tiempo, y cayó al segundo sitio el octagonal.

El papel cambió, ahora es nuestro papá, México cae ante EU

La selección mexicana sigue sin vencer a Estados Unidos. Esta vez, en partido válido por la séptima jornada del Octagonal Final de las Eliminatorias, el cuadro de Gerardo Martino cayó 2-0 ante Las barras y Estrellas.

Da igual. Donde sea, Ohio es tierra maldita para la Selección Mexicana. Entre el frío y el sofoco futbolístico, el Tri pasó del dominio y la postración. Este partido ya lo hemos visto. El mismo, replicado en la tercera década del Siglo. El guion fue idéntico que el de las infaustas expediciones de 2001, 2005, 2008, 2013. Pulisic y McKennie, herederos de la tradición del ‘Dos a Cero’, enviaron a Martino y al Tri al diván. Otra vez, pasó otra vez.

Escudo/Bandera México

Escudo/Bandera USA

El partido arrancó sin cadenas. Weah, más rápido que la pelota (aptitud heredada de su padre), contestó con un bochazo descompuesto un tiro aerostático de Edson. El radar del Ajax volvió a marcar el norte poco después: maniobra de Jiménez sobre la frontal y disparo terso, arrinconado, que Steffen rescató de la madriguera. Los zangoloteos consecutivos apaciguaron los ánimos del comando de Berhalter. En una situación de presión alta, el Tri construyó un túnel de salida con pinceles hasta que Corona percibió el desmarque ruptura de Lozano; Steffen detuvo la cabalgata del ‘Chucky’ con un recuesto suave y sólido, como el veterano que se inclina sobre el césped para atrapar el punterazo de un crío que recién aprende a caminar. Sin cadenas, sin goles. Con angustias mutuas.

Susto mayor sufrió Steffen cuando Lozano divisó al atribulado ‘Tecatito’, quien paseaba solitario al otro lado del río Ohio. Corona echó la pelota al agua. Ay, Porto mío. La imagen del atacante aparece en las cajas de leche y boletines de Alertas Amber a lo largo de todo el territorio Concacaf. Se le busca, desde hace tiempo. Musah, un linebacker de los Bengals, gerifalte de las Torres de Serrano valencianas, rompió filas para que su cuadrilla asomara la nariz. Y lo logró. Comandó el despliegue, junto al atalaya de Leipzig, Tyler Adams, aunque cada insinuación terminó sofocada por la defensa perimetral de Martino, pese al tragicómico y nulo rigor de Rodríguez. Sin embargo, la avanzada bastó para cambiar el color del primer capítulo. Del verde al blanco, en degradado.

El Tri permaneció el vestidor cuando el complemento ya estaba en marcha. Weah, un guepardo, cazó a Gallardo, un gacela fuera de manada, y McKennie exigió a Ochoa por vez primera en la noche. El despertador apenas había sonado, pero el once de Martino siguió amodorrado. Ricardo Pepi, una víctima de la burocracia y los discursos, quien debía disparar en la portería contraria y vestir de negro y guinda, perdonó a Ochoa con un dejo de condescendencia. La sangre llama. Entretanto, México se desangraba por los costados. Y Artega, dormido en Bélgica.

Weah reculó desde la vanguardia para sumarse a un circuito virtuoso con McKennie, Adams y Musah. La línea generó un cinturón de superioridad táctica que asfixió al Tri. Si esto no es Columbus, se le parece mucho. Muy lejos no está. Las bravatas de Herrera y Rodríguez rebajaron fútbol y concentraron encono. El partido se le hizo largo a la Selección Mexicana. Martino, aterido. Su pizarra se congeló mientras él reflexionaba con filosofía socrática sus modificaciones tácticas. Ello quizá funcione en una disertación doctoral o el proceso creativo de una novela, pero no aquí. No en eliminatorias, donde se exigen respuestas exprés. La realidad suele alcanzar a quien espera sin actuar. Pulisic probó el axioma: centro violento de Weah, a quien Gallardo vigilaba con la severidad de Ned Flanders, y remate a bocajarro de Christian, Capitán América, el Landon Donovan de la generación Z. Alerta roja. Y Arteaga…

Compareció México a la enésima alarma. Eso sí, más por inercia que por sistema. Y entonces McKennie accedió con la pelota hasta la recamara de Ochoa como quien pasea por el Rivefront Park. Una trágica carambola, activada por ‘Charlie’ Rodríguez, convirtió la noche en pesadilla. Disparo acunado a la pared derecha de las redes. ‘El Tri’ cerró los ojos y del subconsciente brotó el terror. El trauma. ‘Dos a Cero’. La negación, la angustia, las lágrimas, el miedo. Otra vez. Está pasando otra vez. Cincinnati o Columbus, dio igual.  

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