Cada 24 de octubre, en el Día Internacional contra el Cambio Climático, nos enfrentamos a una verdad ineludible: el planeta ya cambió, y sus consecuencias son cada vez más destructivas.
Las lluvias torrenciales y las inundaciones que en las últimas semanas afectaron a Veracruz, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí e Hidalgo no son eventos aislados, sino síntomas de una crisis climática que avanza con fuerza y deja al descubierto la fragilidad de nuestras ciudades.
Durante décadas, se permitió la deforestación, la expansión urbana sin planeación y el abandono de los cauces naturales. Hoy, ese descuido se paga con vidas perdidas, hogares destruidos y comunidades enteras arrasadas por el agua.
LAS CIUDADES, TRAMPAS DE AGUA Y DE CALOR
De acuerdo con ONU-Habitat, las ciudades modernas se han convertido en verdaderas “islas húmedas”: centros de calor, contaminación y concreto que alteran los patrones naturales de lluvia.
El asfalto y los edificios retienen el calor; los contaminantes favorecen la formación de nubes, y la falta de áreas verdes impide que el agua se infiltre al subsuelo.
El resultado es devastador: lluvias más intensas, tormentas prolongadas e inundaciones recurrentes. En las últimas dos décadas, la precipitación urbana ha aumentado hasta 62 milímetros por año en algunas ciudades del mundo.
Pero no todo está perdido. Con visión, planeación y compromiso, aún es posible reducir el impacto de los fenómenos extremos.
SOLUCIONES URGENTES Y AL ALCANCE DE TODOS
1. Reforestación y restauración de ecosistemas
Los árboles y la vegetación no solo absorben carbono, también retienen agua, previenen deslaves y estabilizan el suelo. Reforestar laderas, márgenes de ríos y áreas degradadas es una medida económica y efectiva que salva vidas.
2. Captación y aprovechamiento de agua de lluvia
Instalar sistemas de captación pluvial en viviendas, escuelas y edificios públicos puede aliviar el colapso de los drenajes y aprovechar el agua que hoy se desperdicia.
3. Infraestructura verde
Pavimentos permeables, techos verdes y parques naturales actúan como esponjas urbanas. Cada espacio verde reduce el calor, absorbe el agua y mejora la calidad del aire.
4. Protección de humedales, manglares y riberas
Estos ecosistemas funcionan como barreras naturales contra las inundaciones. Restaurarlos resulta más económico y eficiente que construir diques o muros de contención.
5. Educación ambiental
Fomentar una cultura de prevención, limpieza y respeto al entorno natural es fundamental. No tirar basura, mantener limpias las alcantarillas y cuidar las áreas verdes puede evitar desastres mayores.
MEDIDAS QUE DEBE ASUMIR EL GOBIERNO
El cambio climático no se combate con discursos, sino con políticas públicas sostenidas y el cumplimiento de la ley. Los tres niveles de gobierno deben asumir responsabilidades concretas:
•Prohibir asentamientos humanos en zonas de riesgo, como márgenes de ríos, laderas inestables o terrenos inundables.
•Actualizar los planes de desarrollo urbano, incorporando criterios climáticos y ecológicos.
•Invertir en drenaje pluvial y mantenimiento preventivo, no solo en obras de emergencia.
•Aplicar las leyes ambientales con firmeza, para frenar la tala, el relleno de humedales o la construcción ilegal.
•Reubicar con dignidad a las familias que viven en zonas de peligro y ofrecer alternativas seguras de vivienda.
•Fomentar la participación ciudadana en brigadas de limpieza, reforestación y monitoreo ambiental.
LA PREVENCIÓN DEBE SER PARTE DE LA POLÍTICA PÚBLICA, NO UNA REACCIÓN TARDÍA ANTE EL DESASTRE.
Protocolos de prevención ante huracanes, tormentas y ciclones:
La experiencia demuestra que la información salva vidas. Saber qué hacer antes, durante y después de un fenómeno climático puede marcar la diferencia entre una emergencia controlada y una tragedia.
Estos son protocolos básicos que deben reforzarse desde los gobiernos locales, las escuelas y los medios de comunicación:
Antes del evento:
•Informarse y actuar a tiempo. Seguir los reportes del Servicio Meteorológico Nacional y de Protección Civil; no subestimar las alertas.
•Identificar refugios temporales cercanos y rutas de evacuación seguras.
•Preparar una mochila de emergencia con documentos, medicamentos, linterna, baterías, agua, alimentos no perecederos y un radio portátil.
•Proteger el hogar: limpiar drenajes, azoteas y coladeras; reforzar techos, puertas y ventanas; y desconectar aparatos eléctricos.
•Evitar zonas de riesgo: no permanecer cerca de ríos, arroyos, barrancas o laderas inestables.
•Proteger los vehículos, moviéndolos a zonas altas donde históricamente no se inunda.
Durante el evento:
•Permanecer en lugar seguro, lejos de ventanas o techos endebles.
•No intentar cruzar ríos ni calles inundadas: 30 centímetros de corriente pueden arrastrar un vehículo.
•Seguir las indicaciones de Protección Civil y mantener comunicación con familiares y vecinos.
•Desconectar gas y energía eléctrica si hay riesgo de inundación.
Después del evento:
•Evitar el contacto con agua estancada, que puede estar contaminada.
•Retirar el lodo acumulado para permitir que el agua fluya.
•Revisar daños estructurales antes de regresar al hogar.
•Reportar fugas, cables caídos o personas desaparecidas a las autoridades.
•Apoyar en tareas de limpieza y recuperación comunitaria, siempre con precaución.
La prevención no es solo una responsabilidad individual: debe integrarse a los protocolos oficiales y a los sistemas educativos. Cada escuela, empresa y colonia debería contar con un plan de emergencia adaptado a su realidad.
EL CAMPO, UN ALIADO CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO
Mientras las ciudades buscan adaptarse, el campo demuestra que también puede ser parte de la solución. La tierra, cuando se trabaja con respeto y conocimiento, tiene una enorme capacidad para regenerarse y absorber carbono.
Modelos como la agricultura regenerativa, impulsados por iniciativas globales como las de Bayer, restauran los suelos, capturan carbono y reducen las emisiones. Estas prácticas combinan tecnología, conocimiento tradicional y manejo responsable del agua y los nutrientes del suelo.
En México, los resultados son alentadores: se ha logrado aumentar la productividad agrícola hasta en 25% y reducir el uso de agua en un 30%. Además, fortalecen las economías rurales y ayudan a que las comunidades campesinas enfrenten mejor los efectos del cambio climático. El campo no solo alimenta: también puede ayudar a enfriar el planeta.
ACTUAR ANTES DEL DESASTRE
El cambio climático ya no es un futuro incierto: es un presente que se desborda con cada lluvia.
La diferencia entre una tragedia y una comunidad resiliente depende de la prevención, la planificación y la conciencia colectiva. México necesita dejar atrás la costumbre de reaccionar después del daño y construir una cultura de anticipación.
Reforestar, prohibir asentamientos en zonas de riesgo, educar y aplicar la ley son acciones posibles.
Las tormentas seguirán llegando; lo que debemos cambiar es la forma en que las enfrentamos.
Porque cada protocolo cumplido, cada árbol plantado y cada familia protegida son pasos hacia un país más preparado y un planeta más habitable.
Liberal del Sur – Periodismo Trascendente Noticias de Coatzacoalcos y el Sur de la Región