La política exterior se puede vislumbrar como patrones de conducta que el gobierno de un Estado adopta frente a otras naciones y organismos internacionales. Ello conlleva al establecimiento de objetivos y estrategias puntuales para su materialización.
A lo largo de los años, se ha considerado que la única defensa que en realidad México tiene frente al poderío de Estados Unidos es su sólida política exterior que ha construido.
La fracción X del artículo 89 de la Constitución faculta a la persona titular del Poder Ejecutivo para dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales. De la misma forma, le señala que debe observar los principios normativos históricos que han demostrado su fuerza e importancia, que son: la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la igualdad jurídica de los Estados, la cooperación internacional para el desarrollo, el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacional.
A pocos días de haber dado inicio el gobierno de la primera mujer al frente de la Presidencia de la República, Claudia Sheinbaum, se ha dado un cambio importante en la manera de conducir la política exterior nacional.
En el sexenio que acaba de concluir, el expresidente visitó sólo ocho países durante su mandato —todos ellos en el Continente Americano— ausentándose del país tan sólo 16 días. Si bien existió una activa labor de la Secretaría de Relaciones Exteriores, el jefe del Estado y del gobierno no consideró importante salir a estrechar lazos con otras naciones.
Conviene recordar que México es uno de países que tiene suscritos más tratados de libre comercio en el mundo y forma parte de múltiples organismos internacionales, como lo son la ONU, la OCDE, la OEA y diversos foros de coordinación, que nos ubican dentro de la arquitectura internacional para promover los intereses nacionales, resolver tensiones sociales y económicas, entre otras cosas.
Esta semana, nuestra Presidenta asistió a la Cumbre del G20 que se celebró en Brasil, grupo conformado por 19 países, como Alemania, Arabia Saudita, Brasil, China y dos organismos regionales: Unión Africana y Unión Europea. La integración de este conjunto representa cerca de 85% del Producto Interno Bruto mundial, 75% del comercio y agrupa a casi dos tercios de la población del orbe.
En sus orígenes, el G20 se centraba en la macroeconomía, pero con el paso del tiempo su agenda creció de forma vertiginosa, integrando temas como el comercio, desarrollo sostenible, salud, agricultura, energía, combate a la corrupción, entre otros.
Además de los trabajos en las sesiones plenarias, la doctora Sheinbaum sostuvo reuniones bilaterales con sus homólogos de Australia, Brasil, Francia, Corea del Sur, Canadá, Reino Unido, India, Indonesia, Turquía, Japón y Vietnam.
De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, México se sitúa como la 12ª economía más grande del mundo. Por ello, no puede —ni debe— permanecer al margen de lo que sucede y se discute en el resto del mundo.
Es un cambio muy importante de actitud que la jefa del Estado mexicano haya asistido a dicha cumbre para reposicionar a la nación en el exterior y se reincorpore a las discusiones internacionales con propuestas para el desarrollo, fortalecimiento de las relaciones bilaterales y haya reafirmado nuestro compromiso con la paz y la cooperación.
Como Corolario, la frase de Ban Ki–moon: “El diálogo es la herramienta más poderosa de la diplomacia”.